Hace ya
varias semanas, haciendo el recorrido hacia la universidad me percate que un
establecimiento, de los que se encuentran por ese camino, había puesto ya su
decoración navideña; esa ocasión hacia un poco de frío y el olor a café de un pequeño
establecimiento me evocaron los recuerdos de navidades pasadas, ropas
invernales, intercambios de regalos, figurillas del tan nombrado santa Claus,
en fin me sentí tentado a comprar algo, no sé, lo que fuera, con tal de atrapar
el sentimiento que me había suscitado. Días después de este acontecimiento
estaba más atento, agudizando mi poca capacidad de asombro, a otros signos como
las hojas de los árboles cubriendo las banquetas, los abrigos, etc. Y es que la
gente suele comenzar sus compras desde muy temprano tiempo para “celebrar la
navidad” con su familia y por supuesto con una buena cena.
Hoy
nuevamente me sorprendió una imagen que me remitió a ‘La Navidad’, sin embargo
esta a comparación de las anteriores me dejo sacudido, aun la sigo viéndola en
mi memoria una y otra vez. Todo el día la he traído presente, al tiempo que se
repite una de las frases que la acompañaban y haciendo brotar de mí solemnemente
la reverencia y respeto sincero con un par de palabras que me sobresaltan y me
interpelan: cuanta Fe y que forma de esperar el amor que llega. La impresión
que me dejo aquella fotografía, que unos amigos míos habían subido a la red,
donde se encontraba su hijo dibujando la paz con su sonrisa frete al árbol
navideño, que con tan solo veinte esferas le remitía esa alegre paz a su rostro
y las palabras de la madre: ‘Y lo mejor es
que espera el nacimiento del niño Jesús’ diciendo con orgullo y ternura,
con felicidad y amor desmedido hacia su hijo, solo hacían más solemne el
momento, como cuando el incienso es quemado para perfumar la ofrenda de amor
que se entrega en el altar.
Una vez más
puedo decir que he vuelto a ver la misma realidad distinta, por una parte la
navidad que muchos esperan se refleja y realiza en compas, vestidos,
intercambios, decoraciones y otras tantas novedades, que solo dejan entrever la
ignorancia de un amor humanizado, del amor verdadero. La espera de esa navidad
consumista normalmente está cargada de tanto ropaje que cuando se llega el Gran
Día en que nos es brindado El Gran Regalo, en la vulnerabilidad de nuestra
misma carne asumida por Dios y contenida con sencillez en aquel el niño del pesebre,
nosotros hemos terminado la Fiesta dejando de lado totalmente el motivo por el
cual fue preparada. Es entonces cuando podemos experimentar el vacio enorme y
el sinsentido de la preparación para una navidad que dura solamente una noche,
un instante, una cena. Y así es como repetimos una vez más la historia, pues el
pueblo de Israel esperaba el mesías y cuando este llegó simplemente se le
cerraron las puertas.
La navidad
que realmente viene y que muchas veces es ignorada, es la navidad que aquel
niño de la fotografía espera; el no espera una fiesta, no espera algo sino que
espera a Alguien. Cuanta Fe y que forma de esperar el amor que llega. La Fe que
tiene el niño es la Fe que impresiona a Dios. La espera, a la que llamamos
adviento y no comercio o consumo, es el signo para el otro de que lo que
esperamos ya ha llegado, es preparar siempre la fiesta del encuentro con aquel
que nos llega y con quien nos fundiremos a través del amor. La fiesta que celebramos
con gozo en esa noche es solo antesala a la que celebraremos en la eternidad.
Por eso nuestra preparación no está centrada en el comparar, vestir o adornar
sino que nuestro adviento es gozar por su llegada y una vez alcanzada la fecha
comenzar la Gran Fiesta de la Verdadera Navidad, del natalicio del
Dios-con-nosotros, que no muere y caduca en una solo noche sino que esta se
prolonga por semanas en la Liturgia con el fin de que gocemos la oportunidad de
ser también nosotros obra de Dios para el hermano, ser un Jesús-para el prójimo.
Esperemos pues y, esperemos de tal manera que también digan de nosotros: “y lo mejor es que espera el nacimiento del
niño Jesús”.