Hace unas semanas entré a una de
las parroquias de esta ciudad que, a diferencia de las demás esta no era
antigua, ni tenía grandes esculturas en mármol sobre algún santo o sobre el
mismo Jesucristo, como tampoco tenía pinturas al oleo, frescos, una bóveda alta
y majestuosa, sino que esta era, por el contrario, contemporánea y austera.
Pero a diferencia de las primeras, recibía a los peregrinos mostrándoles
inmediatamente su gran tesoro: Jesucristo sacramentado. La presencia eucarística, el silencio, la
devoción de la gente que ingresaba en aquel recinto, la presencia de los
peregrinos haciendo oración, el cirio pascual, entre otros signos hacían y
propiciaban un ambiente piadoso y orante. Todo esto me hizo recordar el
comienzo de mi adolescencia, cuando los sábados cerca del mediodía me sentaba
en la puerta del templo esperando que el sacristán abriera el cancel y entonces
entrar para que el silencio de la capilla del Santísimo y el olor a nardos que
en ella habitaba corriera como cual rio que conduce a ese mar inmenso, así
llevándome al encuentro con el maestro.
En este templo no había espacio
para el turismo pues quien entraba en el no podía más que solo dejar que su
rodilla se inclinara y saludara a su Dios. Así me vi movido a recorrer las
cuentas di mi rosario buscando comenzar
mi oración y a la vez reflexionar sobre cinco grandes misterios, luego de esto
agradecí la bendición de estar ahí, pedí por los peregrinos del lugar, por mi
familia, amigos y por los sacerdotes vivos y difuntos. Fue en este momento
cuando una de las personas que se encontraban en este lugar, cuyo nombre aún
recuerdo, se acerco a mí preguntándome que si era sacerdote. A diferencia de
otros tantos religiosos, sacerdotes, entre otros que desfilan por las calles de
esta antiquísima ciudad yo no portaba ningún distintivo que me hablara de mi
estado clerical, sin embargo la persona que me lo dijo, lo había deducido sin
saber yo como; pero el hecho es que comenzó a decirme que no tenía trabajo
desde hace ya un par de meses. Algunas otras personas tienden a pedir dinero en
las calles, pero esta buscaba trabajo. Al final de charlar unos dos o tres
minutos, me solicitó la bendición, después de este sacramental, me pidió que
hiciera oración por ella.
Hoy que reflexiono sobre este
acontecimiento y no dejo de meditar sobre las tantas veces que nosotros
solicitamos a algún amigo o comunidad que haga oración por nosotros o, también
que a nosotros nos piden que les ayudemos con esta tarea, como fue mi caso ya
mencionado arriba. La mayoría de las veces decimos que si haremos la oración,
que pediremos a Dios la ayuda para tener el coraje y resolver aquel problema,
para que envíe el consuelo sobre alguien o simplemente para saber con claridad
que decisión se va a tomar, entre otras tantas. Esto me ha llevado a
preguntarme ¿Qué hay en la oración de intercesión, puesto que es muy
solicitada? ¿Realmente Dios necesita que le pidamos las cosas que otro no le
pide?
A menudo escucho la siguiente
expresión “Rece por mi usted que está más
cerquita de Dios” y esta proviene en la mayoría de los casos de personas
que están pasando por alguna dificultad; también mi señora madre en algunas
ocasiones me ha dicho que ore por alguna persona en particular que pasa por
alguna enfermedad o apuro; debo decir que jamás me niego a ninguno de estos
favores que me solicita mi madre, pues como puedo hacerlo cuando he visto que tardes
y noches recorre las cuentas de su rosario siempre intercediendo y pidiendo por
su esposo y sus hijos.
Sin embargo, la clave de la oración
de intercesión no es el ejemplo de mi madre, que de sí mismo es valiosísimo,
sino que el verdadero fundamento de esta oración se encuentra en Dios mismo.
Jesucristo hizo oración por sus discípulos como lo podemos encontrar en el
capítulo diecisiete del evangelio de Juan, también en la expresión perdónalos
porque no saben lo que hacen, como en el dicho “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, cuando le
habían llevado a la mujer sorprendida en adulterio, en fin. Las acciones y
oraciones de Jesús nos hablan de intercesión, pero la que es más clara es
precisamente la crucifixión por nuestra salvación. Es aquí donde encontramos el
máximo fundamento de hacer oración de intercesión por nuestro prójimo. Cuando
platicamos con nuestro Padre Dios y le pedimos por alguien, debemos estar
seguros que él nos escuchará y hará no lo que le pedimos sino lo que más
convenga a aquel por quien hemos orado, pues el Padre Bueno siempre verá en
esta oración a la persona de su Hijo unigénito que le solicita la protección
para su pueblo. En otras palabras, cada vez que hacemos intercesión por alguien
estamos haciendo las veces de Cristo que ora e intercede ante el Padre por
nosotros. Más aún sabemos que Dios no necesita que le pidamos protección para
su pueblo, pues camina entre nosotros y día a día nos sostiene, en el amor,
nuestra existencia; sin embargo cada vez que nosotros lo hacemos avanzamos en
nuestra configuración con Cristo.
Por lo anterior la oración de
intercesión es y será siempre un acto de Amor, de Fe y un rasgo palpable de
nuestro ser cristiano.
oohhh! fijese que la vdd no sabia nada de eso xD gracias...
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