martes, 25 de octubre de 2011

Aferrarse a la Vida

El 14 de agosto de 2008 por gracia de Dios me ordené diacono para la Iglesia de Dios. Aun recuerdo la procesión de entrada con la que daba comienzo la celebración eucarística, sentía que un temblorcillo recorría mi cuerpo y lo acompañaban unas grandes ansias de romper a llorar, volteé a ver a mis lados y logré observar a mi familia emocionada y nerviosa al igual que Yo, regrese mi vista a mi mamita del cielo y conseguí algo de sosiego, nuevamente mis ojos reposaron en otra gente se trataba de algunos amigos y conocidos; me preguntaba porque Él me había elegido a mí, para entrar en el orden sagrado, me sentía indigno, repase con velocidad por mi mente algunos compañeros en el seminario a los cuales consideré mejores que yo, y sin embargo ya no estaban, solo nos encontrábamos tres. Sin duda ese día comenzó mi nueva vida.

Con el orden sagrado vino la práctica de administrar sacramentos para la vida de la Iglesia. De los que más me gustan son la Eucaristía y el Bautismo, dado que la condición que este último da, es impresionante: a quien lo recibe le da la vida eterna, lo ingresa a la vida de la gracia y lo hace formar parte de la comunión con la Iglesia, además de que el bautizado adquiere la condición de ser hijo de Dios. Que misterio tan magnífico y precioso donde se otorga tan gran dignidad.

Hoy muy temprano me pidieron visitar al bebe de unos amigos míos que había nacido prematuramente, después de haber compartido algunas palabras con la madre del bebe y escuchar junto a su esposo, el diagnóstico del médico, nos trasladamos el padre del niño y un servidor hacia cuidados intensivos, frente al niño eleve oraciones junto al papá y después lo bauticé; mientras esto ocurría Ángel Miguel, con cuyo nombre lo presentamos ante Dios, apoyado en el respirador que le ayudaba a lograr conservar la vida, nació a la vida eterna, convirtiéndose así en otra creatura nueva, hijo de Dios, y el pequeño tuvo a bien lanzar un grito de esperanza, el grito era solo un pequeño sonido, pero para el padre de Angelito y para mí se convirtió era un grito de felicidad, solo pudimos voltear a ver nos a los ojos y sonreír bajo los cubre bocas, nuestros ojos brillaron.

Después del bautizarlo me dirigí a casa de mis padres pensando en fuerza de aquel infante. Ángel Miguel (nombre elegido por sus padres significando ser “enviado de Dios”) se convirtió para mí, en este día, en la reflexión de cada martes. Como siempre me surgieron algunas interrogantes ¿Qué pasará en las próximas 72 horas de Angelito, son horas criticas de observación? ¿Cómo será la lucha en su incubadora en los siguientes meses hasta lograr la fuerza necesaria de enfrentarse a la vida con mayor fuerza? ¿Podría ser un motivo de esperanza para otros tantos con situaciones distintas pero con obstáculos que muchas veces parecieran invencibles? Creo que sí.
La lucha del hombre, por más insignificante que parezca, por conseguir la vida, siempre es motivo de esperanza. La gente coloquialmente dice que con nuestro esfuerzo ponemos nuestro granito de arena. Algunos de nuestros hermanos se han cansado de luchar y dejan la batalla otros incluso la han olvidado… para todos resuena la misma enseñanza del Maestro: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”. Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”. (Lucas 13, 18-21). Me pregunto acaso el esfuerzo, insignificante para muchos, del pequeño Angelito, no nos ha llenado de esperanza al menos a los más cercanos a él.

Al final creo que el forjar esperanza es tarea de todos pero que para algunos, aun cuando tienen mucho en contra se convierte en el acto más valiente con el cual pueden vivir, y con ellos mostrar y dar fortaleza a tantos otros. Si hoy vivimos inmersos en la cultura de la muerte estoy seguro que saldremos siempre y cuando pongamos nuestros pequeños esfuerzos, pues sumados lograremos insertar vida en nuestra sociedad.

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Con solo 1.5 kg de peso y apoyándose en su respirador
se aferra a la vida e inyecta esperanza a su alrededor.

martes, 18 de octubre de 2011

Obligaciones y Convicciones



Cuando llegué a mi parroquia, mi párroco me encargo celebrar todos los días la Misa de las 8:00 de la mañana, mientras el celebraría la misa vespertina, al principio celebré con gran emoción  pues eran las primeras veces que decía Misa, oportunidad de poder hacer una de las cosas para las que me preparé durante doce años en el Seminario de Monterrey.

Pasados 15 días, de estar celebrando, observaba que los diez feligreses eran siempre los mismos, y aunque con el tiempo llegaron más, el estar celebrando siempre a la misma hora me trajo cierta disciplina, que me ha ayudado a darle a mi día la línea por donde he de caminar. Sin embargo debo decir también hay ocasiones que me cuesta levantarme a compartir la eucaristía. Esto sucede cuando veo la Misa de la mañana como obligación, soy sacerdote, lo sé (espero no escandalizar a nadie) aun con esto de repente se me cruza la idea de quedarme en la cama más tiempo o leer por las mañanas como cuando recién llegué o salir a caminar un rato, sin embargo al tomar el misal y leer las lecturas ya sea de noche o de mañana, no puedo dejar de pensar que le Iglesia está congregada para celebrar el sacrificio que da vida, entonces me dispongo a realizarlo. También debo confesar que en ocasiones me gana la lectura y pierdo tiempo en salir tratando de arrancar los últimos comentarios al oficio, al comentario bíblico o a la novela que tenga por ese día sobre mi buró.

Hoy me pregunto, ¿Por qué en martes tengo que celebrar? ¿Acaso no es mi día libre? puedo hacerlo por la tarde, tal vez ir a visitar a mi padrino y participar junto con él en la Eucaristía o simplemente ir la parroquia en la cual crecí para escuchar Misa como lo hacía antes de consagrarme. Sin embargo hoy pude nuevamente reforzar el por qué lo hago; y es que estoy convencido de hacerlo; como lo estoy de comerme unas flautas, que no me gustan, con tal de convivir.

Es claro que hay cosas que no siempre me gustan hacerlas pero que puestas en la balanza me llenan de sentido y me refuerzan mi caminar. Las obligaciones muchas veces nos hacen cumplir con trabajos, escuchar personas que nos disgusta escuchar, leer libros o hacer la tarea de la escuela, que no siempre me gustó hacer, entre otras tantas. Y las convicciones nos ayudan a hacer las cosas con mayor arrojo, empeño, amor. Y es que cuando estamos convencidos de lo que hacemos toda obligación se supera.

Estoy convencido de celebrar la Misa de las mañanas, aun en martes. Estoy convencido de mis muchachos de Jesús Nazareno, estoy convencido de mis alumnos, estoy convencido del tiempo que le doy a mi familia, estoy convencido de parame de madrugada a ungir el enfermo, de dedicar parte del martes a tareas de mi parroquia, de no contestar mi celular cuando necesito descansar. Pero sobretodo estoy convencido de mi fe en Dios.

Me surge nuevamente otra pregunta, ¿Cuántas cosas hago por convicción y cuantas por obligación? y ¿Cuántas cosas son verdaderas obligaciones que hago por convicción? La verdad no sé tendría que hacer una lista interminable. Lo que si es que estas letras o mejor dicho palabras de martes las hago por convicción y no por obligación. El café que me tomé con Carlos Hernández lo hice por verdadera convicción; mi vocación la vivo por convicción. Creo que son más las que hago por convicción.

Al final del día estoy convencido de que viví bien el martes.

martes, 11 de octubre de 2011

Pinta Sonrisas

Entre todos los libros encontré unas pinturas que al juzgar por la apariencia pesé que las había hecho un niño de unos 4 ó 5 años. Me permití recorrer con la Mirada aquel espectáculo de imagines, al tiempo que por mi cabeza pensaba en los momentos en que el autor habría disfrutado en hacerlas. Por fin mis ojos se posaron en una lona donde se reconocía el esfuerzo ciudadano de algunos hombres y mujeres de nuestro tiempo; entre ellos estaba la madre Guille y otros tantos más, me llamó la atención el de una joven en silla de ruedas.

Alguien se me acercó y comenzó hablarme de la autora de cada obra, de cómo es que comenzó a plasmar imágenes y destinar el dinero de las mismas en ayuda a personas con capacidad diferente. La autora resultaba ser la misma de la silla de ruedas. Me explicaba la persona que tenia parálisis cerebral, entre más me decía mas admiraba el esfuerzo de sus obras. Por mi mete pasaba mi reconocimiento a la autora. Pensaba también en tantos jóvenes que se dejaban vencer por las adversidades y buscaban falsas salidas, cayendo así en la depresión, el odio y hasta en las drogas. También pensaba en aquellos que buscaban ganar dinero para sí mismos mediante violencia y asesinatos. Y esta joven artista solo buscaba apoyarse para apoyar, dibujar en papel para darle color a su vida y a las de otros tantos en su misma situación.

Cómo es que esta joven artista con parálisis cerebral usaba su boca no para maldecir insultar o reclamar como otros lo hacemos ante las situaciones que nos afligen día a día; sino que con su boca tomaba el pincel para decir con colores que la esperanza sigue viva, que no importa cuna difícil sea la tarea y cuan hábiles seamos para realizarla, basta con intentarlo, esperando resonar en cada corazón que contemple su creación.

Pero mi experiencia de la Feria Internacional del Libro no quedó ahí, pues cuando estaba a punto de retirarme logre verla que salía de entre las pinturas y es entonces cuando pinto una nueva obra: su sonrisa. Ahora podía entender, no solo buscaba vender lienzos, tarjetas, llaveros o suvenires, sino buscaba vender “esperanza”. Su sonrisa me llenó de alegría. Ante eso solo pude expresar un tímido “felicidades”. El resto del día solo pude pensar en su esfuerzo, en su actitud de lucha, en su sonrisa. No dudé en pensar que Dios me había dado nuevamente la oportunidad de expresarlo en ‘palabras de martes’.

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Andrea Catalina Pérez Reséndez, nació en Monterrey, N.L. el 30 de Noviembre de 1990 y es la mayor en una familia con cinco hijos. Desde su nacimiento tiene parálisis cerebral y es una joven como cualquier otra de su edad: siempre está alegre, con mucho que hacer y tiene grandes sueños por alcanzar. Desde muy temprana edad mostró interés por el arte, y tener esta discapacidad no le ha impedido pintar, pues para realizar sus cuadros, aunque no puede tomar bien el pincel con sus manos, se ayuda con la boca. Una de las frases más comunes de Andrea es: “¿En qué te ayudo?”…

http://www.andreacperez.com/

martes, 4 de octubre de 2011

Buenas Noticias

Todas las personas al menos una vez en la vida hemos recibido alguna buena noticia. Estas tienen la característica que nos alegran el corazón y nos llevan a compartir el regocijo con los demás. Por ejemplo el lunes me dieron la noticia de que me pagarían el vidrio trasero de mi automóvil como lo había solicitado a la empresa que accidentalmente causó el daño; no pude evitar la sonrisa en mi rostro cuando la señorita dijo: “su petición fue procedente”; esa mañana llegue a la oficina comentándolo con mis compañeros de trabajo.

Así como esta sencilla noticia hay muchas otras que día a día se nos dan causándonos el efecto de pasar nuestro estado anímico a la felicidad; como por ejemplo la votación a favor al evitar la ley aborto, el resultado aprobatorio de un examen, la aceptación de una petición de trabajo, entre otras tantas.

En el libro del profeta Jonás, hubo una noticia al pueblo de Ninive que hiso cambiar la vida y las actitudes, comportamientos del pueblo entero. La misma notica del Evangelio (buena-nueva) es sorprendente. Y ante estas noticias no podemos quedarnos cruzados de brazos, es necesario compartirlas.

Las cadenas noticiosas regularmente se afana por compartir noticias que en lugar de pasar al regocijo el estado anímico de las personas que las escuchan los llevan a la indignación y muchas veces al desanimo. No digo que todas las cadenas noticiosas actúen de esa manera en todo el tiempo sino que regularmente son pocas las noticias buenas que ellas trasmiten.


Que infelices nos volvemos al escuchar noticias negativas, que desdicha el saber que mis hermanos mexicanos solo se golpean la integridad y la dignidad, que infortunio el escuchar que salir a visitar a los amigos pone en peligro mi vida por los hermanos-confundidos que detonan sus armas de fuego.

Ante esto, en lo que mí respecta, me preocuparé y ocuparé por dar Buenas Noticias (Ya lo hago en las Misa de las mañanas) por hacerlas sonar con el fin de cambiar los rostros de desesperanza de la gente a rostros que inspiren confianza, del desanimo a la dicha.

Cuando supe que me iba a ordenar sacerdote inmediatamente compartí con mi familia, mis amigos, conocidos, no me lo podía callar; recibí toda clase de felicitaciones, abrazos, muestras de cariño… pero una de las cosas que más me hacía feliz era el saber que al compartir la noticia mis hermanos se les dibujaba en su rostro la misma expresión de felicidad que Yo no podía contener el mío… ellos también se convirtieron en emisores de esta misma noticia llevando la felicidad a los demás.

Compartamos nuestras buenas noticias, hagamos felices a los demás. Compartamos La Buena Noticia, encaminemos a los demás a la santidad.