martes, 29 de noviembre de 2011

¿Conoces a Pichirilo? …y dijo sí.

En cierta ocasión mi abuela Esther fue al pueblo donde vivía su hermana, Doña Julia, buscando saber algo de ella; se hizo acompañar por mi hermana y por mí. Hacía mucho tiempo que no la veía, pues ambas habían hecho sus vidas y gozaban de su ancianidad, sin embargo, mi abuela interpelada por nosotros emprendió la búsqueda. Yo que contaba solo con nueve o diez años no sabía ni el nombre del pueblo, ni del municipio; para mí todo era aventura; desde tomar el autobús hasta llegar no sé a qué lugar que hoy sigo sin saber cuál es; me atrevo a decir que mi memoria solo gurda un par de imágenes aisladas y una frase que aun sigo repitiendo de vez en cuando en la sobremesa cuando hacemos memoria de mi abuela, y creo que casi siempre que la digo es en presencia de mi hermana que también experimentó aquel viaje y aquella frase, esta nos dibuja sonrisa a ambos.

Llegamos a aquel pueblo de cuyo nombre no he podido acordarme, y le preguntamos a mi abuelita ¿oiga y, sabe donde vive? A lo cual ella respondió: No, pero ahorita preguntamos; acto seguido abordamos un taxi. Supuse que cuando mi abuela preguntara, preguntaría por una calle o algo así, pero no, su pregunta fue sobre una persona, que no era el nombre de su hermana, sino de alguien que las conocía a ambas pero que hace muchos años al igual que a su hermana, no había visto. Para no hacer el cuento largo la pregunta al taxista fue la siguiente: ¿Conoces a Pichirilo? y (él) dijo ; y el taxista nos llevó a donde Pichirilo. Este momento y esta frase quedaron grabados en mi memoria dado que al retornar a nuestra casa, mi abuela lo contó en repetidas ocasiones.

Pichirilo era un hombre como cualquier otro (creo que también era taxista), sin embargo mi abuela (hasta este tiempo me doy cuenta) había guardado una conexión de esta persona con mi tía abuela, es decir doña Julia. El lugar, las ropas, las costumbres suelen cambiar pero las personas no. Pichirilo era la ruta segura para ubicar a su hermana.

Me he preguntado desde hace unas semanas por qué cuando alguien me ve me pregunta por mis mejores amigos, mi familia, mi padrino, mi parroquia, por qué no preguntarme otras cosas sino aquellas de las que saben que Yo las puedo enterar. Las personas somos la mejor ruta para encontrar a otras personas. Creo que mi abuela lo tenía claro.

Hoy me encuentro lejos de mi tierra, entre la gente con la que me encuentro hay dominicanos, brasileños, franceses, colombianos, salvadoreños, guatemaltecos, etc. y todos absolutamente todos me llevan a la misma persona, todos católicos, todos me dan referencias de Cristo y yo también doy referencias de Él. Al Igual que Pichirilo cada uno nos hemos convertido en ruta hacia alguien, en este caso hacia Dios. Hoy resuena, con gran fuerza, en mi interior aquella frase del Señor que dice: ¿Cuándo lo hiciste con el más insignificante conmigo lo hiciste?

Hay muchos caminos para seguir a Jesús, muchas maneras de sentir su amor, pero para dar amor, acercarnos al amor; tal como lo hizo mi abuela con su hermana (que para entonces la triste noticia es que ya había fallecido), solo lo podemos hacer a través de nuestro prójimo. El hombre es aquel que nos puede hacer llegar al hombre y, amar al hombre es amar al Señor.

A menudo los hombres y las mujeres que poseen el don de la paternidad, buscan salvar su familia de su propio cónyuge, buscan encontrarse y amar a sus hijos desposeyéndoles de su padre o su madre según sea el caso, sin saber que es a través del amor que se profesan el uno al otro es como pueden encontrarse con sus hijos. Jamás el descartar al mismo hombre nos llevara a encontrarnos con la humanidad, jamás el cerrarnos a los demás nos ayudará a encontrar la felicidad.

Cuando el taxista nos llevo a donde Pichirilo, no podía contener mi asombro, cuando me abro a mis hermanos tampoco puedo contener el asombro al encontrarme con Jesucristo.

martes, 22 de noviembre de 2011

"Pero a mi Dios me ayuda"

Creo que todos nos hemos topado alguna vez con esas personas que nos trasmiten paz, tranquilidad; personas que buscan hacer el bien y vivir en la justicia. Me refiero a los que se abren paso entre la adversidad, trabajando duró y buscando siempre, como muchos decimos, salir adelante. Sin embargo he de reconocer que también hay gente que no deja avanzar, que mas que estorbar el avance de los demás, se vuelve su adversario, coloquialmente decimos que: “ni pichan, ni cachan, ni dejan batear”.

He de confesar que estas segundas personas me dan un miedo tremendo y terrible. Sobre todo cuando el tiempo es adverso, siento que vivo la experiencia de una película de suspenso que aun cuando la música, los sonidos y las escenas te indican que vendrá un gran susto, este por más anuncio que te hagan siempre es sorpresivo y espantoso. Soy de los que piensan que una persona nunca dejas de conocerla. Las personas malvadas nos llevan a al temor eso me queda claro, pero si le sumamos un tiempo adverso nos puede llevar al derrumbe.

Me es consolador mi experiencia del rezo de vísperas, tal vez porque el tiempo y el lugar en que las recé me era favorable, las montañas que me rodean hablan por sí solas, me abrazan y me gritan que Dios está presente. Mil temas en el día cruzaron mi cabeza desde que me desperté, sin embargo supe cuando leí el salmo 48 que sobre esto tenía que hablar no podía quedarme con la experiencia reservada. Otros temas habían sido sobre las personas grandes y sencillas como Juan Pablo II, madre Teresa (mi favorita), o incluso las lagrimas de Benito (trabajador de la casa de retiros donde me hospedo) al hablarme de la película Milagros inesperados. Pero el salmo en parte resume todo.

Canta el salmo ¿Por qué he de temer los días aciagos cuando me acerquen y me acechen los malvados…? Me pregunto ¿acaso no puede más el bien que el mal? o ¿acaso hay no más gente buena que mala? Dios hace salir todos los días el sol, para darles calor a sus hijos, manda la lluvia para bendecir y fecundar los campos, saciar la sed del hombre.

Las personas malvadas suelen causarnos temor, sin embargo, Dios nos ayuda. El mismo nos tiende la mano nos da la persona indicada para saber que está presente y que no dejará a sus hijos sucumbir ante el enemigo. Puedo confesar que en el camino que he recorrido hasta ahora, he podido experimentar la crítica y acciones de la gente, a veces buena otras veces mala, pero no me preocupa, aun que debo admitir que si me reduce la velocidad con que trabajo, crezco y aprendo, y es que la mayoría de las veces va cargada de sentimientos personales con los que no puedo combatir, juicios que muchas veces se han hecho temerariamente y, la que más me causa daño es la que va con la intención de hacerme sucumbir.

Pero a mí Dios me ayuda. Así escuche las palabras de martes, Dios me ayuda, que magnificas palabras. Es él el que socorre mi carencia, mi necesidad y que sale a la defensa contra mi adversario. Ojala siempre pueda experimentar la ayuda de Dios, manifestada en mis hermanos y amigos. Mi temor se vuelve alegría al hacer conciencia de estas palabras.

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¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados…?
…Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Al mal tiempo buena cara


Hoy, al despertar sentí las ganas de seguir dormido, sin embargo reconozco mis labores sacerdotales y mis convicciones pastorales, así que decidí ponerme en pie y afrontar el martes de descanso. Sé que tengo mucho trabajo por estos días pero bueno aun hay tiempo para sacar el trabajo. Debo confesar que muchas veces creo que me meto en trabajos que no me corresponden pero que no sé porqué termino haciéndolos; la verdad, como dirían algunos, “me enquehacero solo” (aun no sé cómo definir esa palabra con exactitud pero no tengo otra para describir el sentimiento y la acción del mismo quehacer). Al entrar la regadera comencé a pensar en el trabajo del día y del mes, eso me preocupó un poco. Luego pude reflexionar sobre lo que me ha pasado en los últimos días y eso me hizo esbozar una sonrisa.
En estos días he experimentado muchas cosas de esas que llamamos negativas, entre ellas enunciaré algunas: me enfermé de la garganta en pleno fin de semana y para mí es difícil esto pues los fines de semana es cuando mas necesito estar al cien; viajando con unos amigos en carretera se desguarachó una llanta a mi carro, me hakearon mi cuenta, se descompuso mi teléfono movil y para no hacer el cuento largo termino diciendo que días más tarde me dieron un  cristalazo al carro. Esta última me causo risa a pesar de que tenía que invertirle tiempo y dinero para cambiar el cristal. La verdad he tomado la decisión de no enojarme por cosas insignificantes y mucho menos por daños materiales, creo que aquel dicho de “al mal tiempo buena cara” tiene demasiada enseñanza. Pues muchas veces nos desanimamos por cosas que no tienen gran trascendencia y lo peor es que regularmente cambian nuestro estado de ánimo de la pasividad al enojo y terminamos descargándonos con otras personas y a veces estas son de las que más nos aman.
Me pregunto ahora ¿es posible siempre estar mostrando buena cara a las adversidades y sin sabores? Ciertamente hay cosas que nos sacuden, nos enojan y nos hacen borrascoso en muchos de los casos el juicio; así que no podemos decir que somos inmunes ante algunas situaciones. En el momento que caminaba por la calle y llegaba a mi automóvil me di cuenta que tenía el cristal roto, abrí la puerta me subí al carro, acto seguido mire la infinidad de cristales en el asiento del copiloto, sonreí, encendí el motor y me fui de allí. No pude enojarme, pensé que no había necesidad de enojo, no había culpable, no había razón de enojarme además no tenía con quien compartir mi enojo, así que decidí reír y reír. Qué alegría me dio el no poder reaccionar negativamente ante la peripecia.
Las diferencias de pensamiento, las decisiones de manejo en el trafico de la ciudad, la manera en que pedimos las cosas, los contratiempos, la pereza de los compañeros de trabajo, entre mochas otras, son cosas que nos suelen avecinar un mal tiempo, una estancia infeliz, una molestia con los demás, pero a todas estas cosas hay que responderle con buena cara, pues una sonrisa hace abordar de manera diferente las correcciones fraternas, los trabajos, los reclamos, los servicios.
Presentemos siempre buena cara. No solo se trata de cumplir obligaciones y compromisos sino de hacerlo de la mejor manera. Sonreír que siempre hay cosas buenas y malas, por eso hay que sonreír.
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¡Feliz Cumple hermanita!

martes, 1 de noviembre de 2011

Dar y recibir amor

Muy a menudo las parejas que quejan de que su cónyuge ya nos los o las quieren como cuando eran novios o incluso que ya ha pasado mucho tiempo sin escuchar un “te quiero”, “te amo” o “te extraño”, las esposas regularmente se quejan de sus maridos y los maridos de sus esposas. Expresan con las o los amigos lo mucho que sufren al no experimentar ya el amor de su pareja: Ya no me toma de la mano cuando caminamos juntos, ya no me da un beso cuando se despide o simplemente no entiende lo que siento ni me pregunta cómo me fue. Igualmente pasa con la gente soltera, viuda, divorciada; también con los hijos y los padres, parientes y amigos, etc. Se quejan de no recibir el amor que ellos dan.

Cuando les pregunto a los matrimonios cuanto han caminado juntos, cuanto han aguantado en las discusiones, cuantas veces han dejado de asistir al trabajo y ya no contribuyen en el hogar u otra de tantas preguntas que se me vienen a la mente, la respuesta siempre es la misa: No, bueno si es muy cumplidor, es un buen hombre, es buena madre, tiene en orden las cosas, etc. Yo siempre termino diciendo que hay que aprender a descubrir el amor en lo ordinario, en lo cotidiano, pues ahí está el secreto de la vida fiel y por lo tanto amorosa.

Dar y recibir amor se me ha hecho algo muy sencillo, a diario lo experimento. Y es que a veces la gente espera recibir amor de una manera determinada, en un tiempo determinado, a la hora determinada, lamentablemente los que determinan el parámetro de cuanto los aman son las personas que intentan medir, cuantificar el amor. Por ejemplo la señora que espera que el marido le diga: “que ordenada y limpia te quedó la casa”, pero en cabio de decir eso el hombre solo llega se sienta en el sillón más limpio descansa en el, acto seguido prende el televisor y disfruta de que haya un lugar donde poder descansar, el hombre se siente a gusto con la limpieza del hogar tanto en que él puede recrearse, descansar para que al día siguiente pueda nuevamente con fuerzas renovadas para trabajar. No es este acaso una manifestación de que goza el amor que le tiene su esposa y que con su acción aprueba el trabajo arduo de la doña a lo largo del día. O por ejemplo el marido que espera que su mujer le diga “oye viejo gracias por tu trabajo, sin tu esfuerzo diario de levantarte temprano todos los días y traer el dinero a casa me demuestras el gran amor que me tienes, pero en cambio la mujer solo lo toma y espera el día de mercado para comprar lo suficiente para seguir alimentando a su familia, acaso ese solo acto de la mujer no es ya una muestra de amor (su esfuerzo, empeño, etc.). El amor se debe percibir de mil maneras, no encuadrarlo a frases, dichos, etc. Si no hay que ver también los gestos que regularmente dicen más que mil palabras.

Así que mis queridos lectores; es importante dar y recibir amor. Pero en esto del amor hay que evitar ponerle parámetros puesto que el amor no solo son palabras sino también gestos y compromisos cumplidos. Perdemos mucho el tiempo en buscar que la otra persona nos ame exactamente como nosotros quisiéramos que nos amará y excluimos de la manera en que el otro sabe expresar el amor. El Señor entregó su vida en la cruz, esa fue la manera en que el expreso su amor, Él dijo a la mujer pecadora, ‘a esta mujer se le perdona mucho porque a amado mucho’ Él vio en su gesto de lavarles los pies con sus lagrimas y secárselos con su caballera el gran amor que ella tenía. Yo mismo experimento el amor de mis amigos en el acompañamiento, en el comer juntos, en la corrección que me hacen, en la palabra que me comparten, en la ayuda que me piden, etc. Creo que debemos de estar atentos a cada minuto de nuestra vida pues en cualquier momento podemos experimentar el amor que se dice sin palabras.