martes, 30 de agosto de 2011

Que regresen los Súper Héroes

Cuando vivía la experiencia de la etapa de mi infancia, que creo que es de las mejores etapas que el hombre experimenta, solía sentarme frente al televisor a ver las caricaturas, mismas que me emocionaban y me hacían volar la imaginación hasta el punto de sentirme parte de la historia. Una de las caricaturas que más me gustaban eran las de los súper amigos y/o la liga de la justicia. En ocasiones me sentía Súperman que rescataba el planeta, en otras Batman que, se enfrentaba con los bandidos y ponía seguridad en Ciudad Gótica, en otras solía intentar ser Jefe apache que crecía y caminaba sobre los edificios (aunque yo solo lograba caminar sobre los sillones de la sala) siempre en busca de rescatar de forma muy pacifica a los desprotegidos.

Pero ese tiempo ha pasado y, los súper héroes de aquel entonces, dejaron de venir a mente y a mi imaginación, para solo convertirse en un recuerdo de mi infancia. Actualmente en los cines se han proyectado algunas películas que nos hablan de ellos, desde Los Vigilantes, Spiderman, X Men, hasta últimamente Linterna Verde entre otros. Todos ellos solo tienen un solo objetivo buscar establecer la Justicia.
Con acontecimientos como los que estamos experimentando recientemente en nuestra ciudad, en nuestro estado y nación; creo que necesitamos que necesitamos nuevamente de Súper Héroes, que busquen establecer la Justicia, Sin embargo sabemos que todos estos, con excepción de Batman tenían súper poderes que los hacían superiores a los demás. Hoy por hoy debemos sentirnos y ser súper héroes que busquen establecer la Paz y la Justicia, tomando buenas y acertadas decisiones.
Los que nos decimos católicos no podemos seguir caminando con una bandera que traicionamos constantemente, me refiero a la bandera de Cristo Vencedor de la muerte, Cristo que establece la vida para todos. Basta de culpar a unos cuantos del malestar que experimentamos, basta de culpar al gobierno, al presidente, a los soldados, al los políticos; Nosotros somos los responsables, nosotros que debemos ser los Héroes y no esperar a que otros los sean.
Es fácil criticar, es fácil apuntar con el dedo el delito ajeno, la omisión de bondad que hace el hermano, pero qué difícil nos es decirle no a la piratería, que fácil el no respetar los estacionamientos para personas con capacidad diferente y tercera edad,  que difícil es negarse a la mordida, que fácil es el no respetar los señalamientos, que difícil se nos hace, acompañar a los niños en su tarea, que fácil el mejor gritarle al hijo pequeño en lugar de educarlo.
En la película de Spiderman, el Tío Ben le dice a Peter: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Nosotros tenemos el poder, nosotros podemos comenzar desde nosotros mismo y desde los pequeños. Con tristeza puedo decir que en muchas manifestaciones se señala el defecto pero a la hora de que los integrantes de la manifestación se les pide la señal de educación, de orden, sea en su casa, en el trafico de regreso a sus casas, de no a la piratería muchos hacen caso omiso de ello.
Los Verdaderos Héroes, no son porque hicieron algo extraordinario, sino porque en lo ordinario vivieron de manera extraordinaria su responsabilidad. Ojala todos buscáramos llevar nuestras virtudes al heroísmo, en lo ordinario.

En lo que nos corresponde, solo así adquiere peso nuestra voz, nuestra opinión. Solo en lo ordinario, en nuestras propias responsabilidades podremos encontrar los héroes que hemos de rescatar nuestra querida nación.


“…Y tus templos, palacios y torres se derrumben con horrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.”

martes, 23 de agosto de 2011

Un alto en el camino


Hace unos años un compañero que había llegado a estudiar conmigo a Monterrey, me decía que no entendía como vivíamos tan acelerados y con tantas prisas, que para él su pueblo era tranquilo, que toda la gente se conocía y que no había que ir tan rápido para lograr los objetivos. Lo estuve observando y, al cabo de algunos años se convirtió también en presa fácil del dinamismo de nuestra ciudad.

Hoy pude observar cómo salía una vecina de mis padres con tanta prisa que al arrancar su carro no pudo ver la columna del cajón-estacionamiento de su departamento y que terminó en un golpe fuerte el costado de su automóvil. En pocas palabras ni supo poner la atención debida en la conducción de su automóvil, ni revisar que estaba muy cerca de la columna que le causo el daño.
El tráfico mismo de nuestra ciudad se ha vuelto un verdadero caos, en parte por la cantidad de gente que maneja así como por la velocidad que utilizamos al conducir. La imprudencia nos hecho que los choques y alcances estén a la orden del día.
Ante esto me surge la pregunta ¿Por qué nos aferramos a las prisas y apuros y, no optamos por la prudencia y la evaluación de nuestras acciones? Un buen amigo me dijo: “mira en ocasiones es bueno hacer un ‘alto en el camino’ con el fin de evaluar lo que estamos viviendo, dígase trabajo, familia, escuela, objetivos personales, etc. pues cuando no sabemos hacer un ‘alto en el camino’ podemos cometer el error de trabajar en vano o de no ver aquello que nos pueda dañar
Cuando un piloto de carreras no llega a zona de pits a revisar su automóvil, puede ser que fallen algunas cosas, por ejemplo que se acabe la gasolina, que una llanta pueda estar dañada, entre otras, con esto, en el mejor de los casos, puede suceder que solo se detenga el automóvil o derrape, pero en otro caso puede tener consecuencias lamentables como la perdida de la vida.
Si pudiéramos hacer siempre (todos los días) ‘un alto en el camino’ o examen de conciencia para revisar nuestro recorrido ya hecho, nuestra historia, nuestros procesos, trabajos, objetivos, muy probablemente caminaríamos, en el presente, más seguros a nuestro futuro. Sin prisas, sin temores a lo que pueda venir. Sabríamos corregir nuestro camino, que muchas veces se muestra tortuoso y que al final del día podría no deja de mortificarnos. Es por eso que un ‘alto en el camino’ no es para los cobardes sino para los calculadores y valientes que son capaces de reconocerse limitados y que muchas veces suelen buscar auto-examinarse.
Un alto en el camino nos ayuda a trabar en los actos repetitivos que forman buenos hábitos y estos a su vez forjan virtudes. El autoexamen es para los que quieren seguir en la carrera. ¡Intentémoslo!
El Pasado me hiso vislumbrar el futuro y entonces comencé a amar el presente"

martes, 16 de agosto de 2011

Más vale paso que dure…

La madrugada de hoy, antes de acostarme a dormir y entrar al mundo de los sueños, la reflexión vino a mi mente y, por un momento, intenté no hacerle caso y dormir, pues yo estaba cansado, había sido un día de reuniones, juntas y compromisos, pero dado que mi mente no acallaba, pensé para mi ¿Acaso serán palabras de martes? Fue entonces cuando deje que mi reflexión diera vuelo y, junto con ella llegó la emoción y las lagrimas, de todo lo que venía a mi cabeza, recuerdos, alegrías, tristezas, momentos…
La tarde del lunes 15 de agosto, pude asistir a la ceremonia de ordenaciones sacerdotales de catorce nuevos sacerdotes para la Arquidiócesis de Monterrey, entre ellos había algunos con quien simpatizo en sus ideas y, charlas amenas pero solo dos de ellos con quien guardo profunda y sincera amistad lograron en mi la perdida de sueño y el sinfín de pensamientos en la madrugada de hoy, tanto que se apropiaron de la reflexión que corresponde a “palabras de martes”.
Estos dos amigos entraron a la preparación y formación al sacerdocio en el seminario, su camino fue largo y algo trompicado, como cuando uno tropieza con una piedra y hace el esfuerzo por no llegar al suelo, de manera que el esfuerzo logra lo que se tiene por objetivo, en su camino al sacerdocio se les ha pedido renuncia, renuncia a otro estilo de vida que no sea el sacerdotal, renuncia a juicios personales y juzgar desde Jesucristo, por quien se consagraron; en fin todo esto lo han asumido bien, pues este es y será su camino, mismo que ellos se han forjado y ahora lo han abrazado.
Sin embargo aunque el camino fue largo y en ocasiones medio confuso por no saber si avanzar o no, siempre su paso fue constante y firme y cuando parecía que la meta se aproximaba y que con ello vendría la gloria de la carrera, se caminaba más lento evaluando siempre el resto del camino y avanzando ahora con más prudencia aunque sabían que la meta solo estaba a unos pasos.
Hay atletas que en las carreras tienen un paso uniforme y cuando saben que están en los últimos metros cierran la misma con paso apresurado, este esfuerzo le provoca cierto acelere y mayor cansancio, dejando una respiración más acelerada a la vez que  dejan de evaluar todos los momentos de la meta final. Pero estos dos amigos míos, aguantaron el cansancio, la adversidad a un paso que dura y que al final se recompensa.
La perseverancia es la actitud de llegar a un final definido por sí mismo, pues aunque haya cosas en contra, siempre se busca vencerlas y alcanzar la cosas fijada, esto se convierte en un ante-logro que nos lleva a ya preparar la celebración alegre de concluir las cosas y superar las adversidades y así forjar una vida perseverante.
La perseverancia de mis dos amigos me llenó de emoción, de llanto que acabo en risa; llanto de saber lo que caminaron, lo que sufrieron (sufrí también junto con ellos), lo que aguantaron y, la risa por lo que lograron, por la felicidad que ellos alcanzaban. Las palabras de uno de ellos me enternecieron, pero la frase que me dirigía en el momento en que yo le felicitaba: “Te quiero un chorro” me hizo partícipe de su carrera, misma que estuve observando durante todo su recorrido y que ahora compartía la corona conmigo, casi diciéndome llegamos, vencimos, lo logramos; pues aunque es don inmerecido…, como lo dice él; yo agregaría…que Dios lo otorga a los que perseveran y le son fieles.
Perseverar es luchar, luchar es ganar y cuando se gana solo se puede compartir. Perseveremos.
(Bien mi Pardo, Bien mi Rodo)

martes, 9 de agosto de 2011

Sonreír VS Cuentos de Terror

 
Hoy por la mañana pude escuchar un “Cuento de Terror”. Tengo que admitir que siempre me han fascinado por la manera en que el mismo cuento te va metiendo tanto en el relato que te sientes parte de él; aun recuerdo cuando, allá en los años de estudio filosófico,” leí la novela del “el endemoniado señor Rosetti” de Juan Jacobo Bajarlía, solía arrancarme el sueño y estar atento a cualquier ruido o movimiento, aunque sabía que solo era mi imaginación pues me decía a mi mismo <<tranquilo es solo un cuento>> Sin embargo mes seguía espantando el sueño y no dormía bien hasta que me concentraba en recuerdos o prendía el reproductor de CD para calmar el nervio.

Fascinante fue asistir al Teatro y poder ver “La dama de negro” al igual que pasar las noches de luna con los amigos de mi barrio, contando “historias de miedo” como solíamos decirles, pero todos estos son ficticios, no existen y el antídoto es siempre el mismo: la risa; esta le pone fin al miedo, al terror y nos hace recuperar la movilidad; porque algo me queda claro, que el terror sobreviene cuando el miedo ha superado los controles del cerebro y ya no puede pensarse racionalmente; además de que puede llegar a inducir una parálisis completa del cuerpo, sudoración fría, entre otras cosas. Que terrible es el miedo y que fascinante es la risa.

Todos los cuentos de terror son solo eso: cuentos, pero el relato de esta mañana me impactó, no dudo que hoy tenga un sueño alusivo al mismo y, es que este no fue un cuento sino un hecho verídico, que tiene que ver con el clima de violencia que vivimos en nuestra ciudad y con nuestros hermanos de la última letra del abecedario, esos que me duele decirlo pero “han pedido la paz”. Todo el relato que escuché no me atreveré a plasmarlo en las “palabras de martes” puesto que con solo recordarlo me estremezco y, no me gustaría manchar este pizarroncillo en sus pocos días de nacido; pero solo me permitiré decirles que se trata de un secuestro, un asesinato indignísimo y una madre sufriendo, al entregarle a su hijo muerto.

El relato me causó bastante temor, sobresalto, indignación, me paralizó el cuerpo y, ante este miedo, no me quedo otra que recurrir al recuerdo de algunos chistecillos que mi padre suele contarme los martes, con el fin de acallar mi temor; así es como pude darme cuenta que necesitamos sonreírle a la vida, buscar que los demás también lo hagan, que los pequeños (niños, ancianos, desprotegidos, abandonados, huérfanos, viudas, personas sin empleo, forasteros, etc.) también aprendan de ello, solo si trabajamos en la felicidad, en la sonrisa podremos combatir este mal que encontramos en las calles, en los balazos que escuchamos cerca y lejos de nuestra casa.

Recordar el llanto de mi sobrina, al escuchar un tiroteo a lo lejos, hace unos días, todavía trae a mi memoria la impotencia por no saber cómo reconfortarla como decirle que nos son balas, cuando sabía que si lo eran. Hoy se que, solo la felicidad manifestada en la sonrisa, en la alegría, nos ayudará a crear y crecer en un mejor futuro donde solo se necesite sonreír, alegrase y así soltar los malos hábitos que ha tomado nuestra sociedad. Pues el sonreír no solo cambia la expresión de la cara, sino que también hace que el cerebro produzca endorfinas que reducen el dolor físico y emocional y proveen una sensación de bienestar, tal como cuando hacemos muecas graciosas a los niños para cambiarles su llanto en alegría.

Que la felicidad extermine estos cuentos de terror que se han convertido en el pan de cada día de nuestra sociedad.


martes, 2 de agosto de 2011

“…el séptimo día descansó”

A menudo se acerca gente a decirme que está, desesperada, que su vida no tiene sentido, que ya está harta de la situación en la que vive, que no hay tiempo para nada, que ya se ha cansado de su matrimonio, de su trabajo, de la rutina etc. Incluso algunas veces me dicen que quisieran quitarse la vida, en fin. En la mayoría de las veces puedo descubrir que es causa del arrutinamiento, de No darse el tiempo suficiente para descansar.
Hoy las “palabras de martes” fueron claras…
Mi cuñado apagando el celular que le registraba una llamada, en la sobremesa después de la comida en casa de mis padres, diciéndose a sí mismo “no es horario de oficina” mientras continuaba con la plática amena.
Mi padre diciéndome “mira arregle el barandal del parque” al tiempo que se sentaba sobre la mecedora fuera de la casa abriendo para sí una cerveza y soltando la herramienta.
Mi buen amigo diciéndome “habrá momentos de enfermedad o de situaciones en la vida que no podrás hacer más que la mitad o menos del trabajo que ahora realizas, por eso hay que dejar tiempo para disfrutar lo que eres y no solo lo que haces” en el momento que compartíamos un momento de relax con una nievecilla.
Si el mismo Dios nos dio el ejemplo del descanso en el séptimo día, por qué será que nosotros muchas veces no nos lo permitimos, por qué se siguen escuchando palabras como ¡A descansar en el panteón! o ¡Yo descanso haciendo adobes! Será acaso que no sabemos que el descanso también es actividad necesaria para nosotros.
La coffee (que es mi perra “labrador”) todo el día es inquieta, muerde cosas, corre de aquí para allá, ladra para pedir comida, rasca la puerta, me despierta por la ventana rasgando la tela mosquitera, y deja las cosas cuando le hablamos para jugar, pero hay algo que nunca deja de hacer cuando le hablamos y es descansar en la sombra.
“…el séptimo día descansó” es un verdadero regalo, es saber gozar de lo que hemos hecho es asimilar el camino recorrido es recargarse del los éxitos y reponerse de los fracasos. Hoy yo descansé.
                                             
                                                                                               (Mi buen Compi, descansa en paz)