martes, 30 de octubre de 2012

"Viviendo la Fe"


En los últimos días he podido experimentar de diversas maneras la gracia de estar entre tantos hermanos que profesan la Fe en Jesucristo; pues como bien sabemos el Santo Padre a inaugurado el Año de la Fe, que sin duda alguna traerá un tiempo de gracia para todos los que profesamos la misma. En las librerías he observado cantidad de libros que en sus títulos nos participan sus contenidos sobre esta virtud. En las homilías nuestros pastores no cesan de tocar el punto que durante este año, universalmente, celebramos; así también podemos ver mantas, carteles, anuncios, etc. que como la nube gris que anuncia la lluvia del cielo, estos también nos anuncian la bendición que nuestro buen Dios mandará a su pueblo. Pero aun con esto, me ha surgido la pregunta ¿Qué es la Fe? ¿Cómo se tiene que vivir este año de la Fe?



Al nacerme la primera cuestión ¿Qué es la Fe?, vienen a mi memoria tantos temas que en la catequesis infantil, en los grupos juveniles y demás momentos eclesiales a lo largo de mi consiente pertenecer en la Iglesia he escuchado de tantas personas. Algunos sin más han respondido solamente que la fe es creer en algo que no podemos ver, otros con un poco mas de formación han dicho que es creer en Dios, que es abandonarse en Él, que es hacer su voluntad, algunos más profundos dicen que es una forma de conocer; en fin, creo que todos tienen razón desde la perspectiva en que se encuentran y desde la formación que los ha precedido. Así que en el esfuerzo por encontrar como vivir este Año de la Fe, he bebido de algunas fuentes que me ayuden a definir y entender lo que ‘creo’ aspiraremos ‘vivir’.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos expone que “La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre (CEC 162). Todos nacemos con la capacidad de buscar a Dios, que es la fuente que sostiene nuestra existencia, y con la Fe podemos dejarle de manifiesto lo que nos acontece, aqueja o alegra, pues este gran Don de la Fe nos ayuda a responderle al Aquel por quien existimos. Pero cabe resaltar que el Catecismo nos lanza la palabra Don, en otras palabras 'regalo', y a todo regalo siempre tenemos la encrucijada de decidirnos aceptarlo o no. Ahora me doy cuenta que por tal decisión tantos hombres han decidido caminar sin Dios (fuente de la vida), sin FE en Él (sin el regalo) con la que podemos beber hasta saciarnos del que es la Suma Felicidad. Caminar sin Fe es caminar sin sentido, sin rumbo, es alejarse del encuentro con la vida. Pero aun con esto, como he dicho arriba, en nosotros esta la decisión de aceptar el Don de la Fe o rechazarlo. Ahora bien aceptar este gran Don es aceptar al mismo Dios que nos lo entrega; es adéntranos a la vida plena como dice el mismo San Pablo “El justo vivirá por la fe” (Rm 1, 17). Es aquí cuando podemos hacernos la segunda pregunta que nos podrá servir para encontrar algunas herramientas que nos permitan caminar con sentido en este “Año de la Fe”. ¿Cómo se tiene que vivir este Año de la Fe?

En la Iglesia Universal y en la Local que se concretiza en parroquias, grupos, movimientos, asociaciones, apostolados, entre otros, se nos ha propuesto releer y reflexionar los, siempre ricos, documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, que lamentablemente aun es desconocido para muchos; también el Catecismo de la Iglesia Católica y, con estos han surgido una cantidad de excelentes meditaciones, charlas, reflexiones que nos ayudan a acercarnos a ellos. No obstante la cuestión, aun después de haberla reflexionado, me sigue siendo difícil, no porque estas no sean claras o precisas (de hecho los son), sino porque en el trabajo del hombre concreto, en la cotidianeidad de los días y de los tiempos en que el laico va de la casa al trabajo, en la necesaria y excelente labor del ama de casa, entre el metro y el autobús del estudiante y, entre la siempre visitada y comentada pagina de la red social; es necesario ubicarnos en lo concreto de cada vida y en este terreno no se puede llegar desde lo general, sino que la persona misma en lo particular deberá crear su proyecto de cómo ha de vivir el Año de la Fe.

Ahora bien con esto podemos encontrar pistas desde algunas fuentes. En un primer momento creo que para vivir el Año de la Fe solo podemos hacerlo ‘viviendo la Fe’ y con esto tendremos vida, como ya lo hemos recogido de Rm 1,17. Más aún encontramos también, algo ya más concreto, de cómo vivir la Fe; esto es en Gálatas cuando el apóstol  remarca la vivencia de la Fe a través de la Ley del amor, “la fe obra por medio del amor(Gal 5,6). Este segundo momento donde la Fe ya se nos presenta como una forma de vida, siempre en el amor donde realmente actúa, nos mete de lleno en la reflexión personal ¿De qué manera manifiesto el amor? O todavía en una forma más clara ¿Cuáles son las formas en las que soy otro Cristo, que ama profundamente, para mis hermanos? Podrán venir a nuestra mente momentos heroicos en los que ayudamos a alguien, en los que dimos alguna suma dinero para alguna ‘obra de caridad’, entre otras tantas; sin embargo delante a todas estas ¿En cuántas realmente nos hemos visto como otro Cristo? o, ¿cuál de estas somos realmente consientes de actuamos con una Fe viva? Solo el hombre que está atento a su obrar podrá darse cuenta en qué momento está actuando como buen samaritano, es decir como otro Cristo, sin hipocresía y sin esperar nada a cambio.

Las manifestaciones de Fe, o también podemos llamarlas obras de caridad, son acciones del verdadero discípulo de Cristo; pues “el discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla(CEC 1816). Por tal motivo es necesaria una revisión constante de manera que nuestro obrar corresponda a la Fe que confesamos y profesamos. Sabemos ya que la medida de la Fe es el Amor. Ante esto, recuerdo en algunos ejercicios predicados por Mons. Lizares que sugería el hacer EXAMEN DE CONCIENCIA al medio día para revisar el camino recorrido y corregirlo si a caso lo habíamos torcido. ¡Si tan solo revisarnos nuestra conciencia con esta práctica la mitad de veces que entramos a revisar nuestra red social! Revisar el camino nos lleva a examinar nuestra vivencia de la fe traducida en amor. Si la pregunta es ¿Cómo se tiene que vivir este Año de la Fe? Y la respuesta rápida es ‘Viviendo la Fe’, creo que el Examen de Conciencia diario es una acción concreta y correcta para responder de la mejor manera a nuestra vivencia de la Fe, pues “nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor(CEC 2807); y nuestro diario caminar debe ser reflejo de este amor.Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios(CEC 1814).

Además del Examen de conciencia, hay otras tantas expresiones concretas de la Fe como lo es la Santa Misa, en especial la dominical. Me colma de gozo ver familias enteras que tiene por devoción y piedad asistir a una determinada Misa, pues siempre la Eucaristía seguirá siendo la fiesta del encuentro y del hallazgo, la máxima expresión de la Fe en torno al Misterio eucarístico-pascual. Más aun debemos de reconocer que aun cuando nos llena de contento el asistir a la Santa Misa, en ocasiones desconocemos totalmente los ritos, los gestos y signos en ella realizados y, cuando los conocemos muchas veces no estamos del todo dispuestos a participar consiente y activamente en todos. Así llegamos a otra de tantas acciones concretas que podemos realizar para vivir nuestra Fe en este año. Si nos dedicamos a documentarnos, entender y vivir los diferentes signos y ritos de la Misa creo que estaremos avanzando en este Año de la Fe.

Si somos consientes que la fe es un don gratuito que Dios hace al hombre y que solo el justo vivirá por la fe, pues la fe obra por medio del amor, entonces nuestras acciones serán siempre consientes de que estarán guiadas por el Amor. Solo así podremos caminar viviendo la fe.
 

martes, 9 de octubre de 2012

“El camino a la cumbre”


Las veces que me he encontrado en la cima de la montaña, he experimentado esa sensación de confort, de relax, de emoción, de satisfacción; el contemplar el horizonte por debajo de mi, esto crea un sentimiento de encuentro conmigo mismo, pues los rumores se escasean dejando paso a la voz de mi propia conciencia que me interpela y que se regocija por el mismo encuentro; pero también, estar en la cima crea una especie de seguridad y un ligero olvido del camino.

En la simbología bíblica el monte es señal de encuentro con Dios, este lugar es donde se llama a para una tarea específica, es donde se toman las grandes decisiones, es donde se transfigura Jesús, pero es también en donde él muere. San Lucas en el capítulo 9 describe la decisión de Jesús por subir a Jerusalén, tal vez poco entendida por sus discípulos; el gesto que describe Lucas para representar la firme determinación de encaminarse a Jerusalén, donde mueren los profetas, es plasmado como endurecer el rostro.

Solo desde esta acción del Señor podemos darnos cuenta que llegar a la cumbre siempre lleva consigo el dolor, el abandono, la incomprensión, en una palabra “la cruz”. El Jesucristo glorioso no podía ser glorioso si no hubiera experimentado el camino. Al igual todos los que en alguna ocasión hemos alcanzado alguna cumbre (terminar la escuela, algún proyecto, alcanzar algún puesto en el trabajo, llegar a la meta en una carrera, etc.); por más pequeña que esta sea, siempre hemos tenido que experimentar esa decisión y ese camino para llegar a ella. Sin embargo aun con lo anterior, el hombre, una vez que se encuentra en la cumbre de la montaña y que ha adquirido otra visión de la realidad, suele olvidarse, a cierto tiempo, del trabajo que le costó poderse encontrar en la posición de la que ahora goza, y con esto finalmente termina por también olvidarse el camino.

Hay que recordar que después de la venida del Espíritu Santo el día de pentecostés los apóstoles no tardaron en seguir el camino del Señor Jesús, comenzando por la predicación, los gestos, la caridad y finalmente convirtiéndose en testigos de él con el martirio. Solo hay un camino y este es el mismo Jesús, según el mismo nos lo ha dicho “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Es aquí cuando nos queda claro que el camino no es un mero encumbramiento donde solo habita el ego, sino que el camino es el servir a los demás, el ser otro Cristo para el hermano como lo expresa el evangelio lucano: al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo… (10,33s) El samaritano que iba de camino se detuvo a encontrarse con el otro-prójimo sin importar la condición, esta es la acción cristiana, este es el camino y esta es la cumbre, estos los ojos de la fe que ven con claridad por donde se tiene que caminar. Solo con estos gestos y con esta visión una vez en la cumbre no se olvida el camino, sino que se hace vida. El camino a ser otro Cristo es vivir como él.

El mismo Cristo que lo expresa a sus discípulos al hablarles sobre la actitud hacia el hermano, “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo(Mt 25,40). Solo el portarse como verdadero Cristo para el otro, es lo que nos ayudara a llegar a la verdadera cumbre: la vida en Cristo. El camino de la Fe que celebraremos en este año, debe llevarnos a encumbrarnos en Cristo, dando razón de la Fe que profesamos y que esta Fe nos lleve a nuestros hermanos siendo Cristo para ellos.