jueves, 25 de abril de 2013

Pecadores y Fariseos


Ver constantemente en el internet, en páginas de periódicos, en las redes sociales, en correos-cadenas, entre otros, una constante crítica contra la Autoridad, dígase civil, moral o religiosa; sobre todo en la persona del presidente o de cualquier político de izquierda o de derecha es algo que me ha cansado. Mucha gente levanta la mano para señalar el error de alguna palabra mal pronunciada en el caso de nuestro presidente, del error de alguien del gobierno, que en muchas ocasiones es un acto corrupto. Se señala al que se equivoca, al que roba, al que mata, al que expresa, etc. De antemano se que muchas ocasiones el levantar la mano y ‘denunciar’ o ‘anunciarlo’ es fruto de una desesperada impotencia contra aquello que nos molesta, nos lacera o peor aun nos vemos envueltos en tal o cual cosa porque nosotros mismos obramos también así.
Por una parte, me agrada que muchos amigos míos, incluso hasta compañeros hacen relecturas de los acontecimientos que vivimos en nuestra actividad organizacional: política y cívica; pues creo que el actor social, hoy por hoy, no debe ser solamente el político o el empresario sino todo ciudadano incluyendo a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes. Es muy bello conocer padres de familia que han enseñado a sus hijos a hacer con conciencia el ejercicio democrático del voto, más aun buscar el bien común ejerciendo sus derechos y deberes con respecto a la sociedad. En mi caso yo me siento afortunado de la familia en la que crecí por tantísimos ejemplos y virtudes que me han formado; por poner un ejemplo concreto, aprendí a amar mi colonia, las áreas verdes, cuando mi padre nos ponía a mi hermano y a mí, a quitar la hierba que había crecido en el parque de la colonia en la que crecíamos, o hacerle arriates a los árboles del parque, regarlos, entre otras tareas; todo esto sólo tenía por paga el placer de hacerlo, de haber contribuido con nuestra sociedad.
Hoy encontramos colegios que promueven un día para que los papás y sus hijos planten un árbol en algún bosque, pinten la escuela, limpien un terreno, entre otros, yo por mi parte el plantar un árbol lo aprendí de mi padre en la baqueta de nuestra casa. El trabajo de las escuelas es un gran esfuerzo porque se busca que el niño o adolescente se introduzca en la sociedad y aporte a ella; me refiero a que estas jornadas de trabajo que los colegios organizan son verdaderamente buenas dado que se lleva a los niños a la Pro-Acción.
Lamentablemente en las redes sociales, como ya he dicho arriba, se encuentra la crítica muchas más veces destructiva que constructiva o pro-activa. Solamente se señala pero no se compromete, aunque existen algunas gratas excepciones. Valoro en gran manera las frases, comentarios y demás, que nos proponen otras formas de caminar en la justicia y en el amor, tal como ConParticipación; aunque también me gusta leer los blogs de Nacho y Rodo.
San Juan en el evangelio nos cuenta que en cierta ocasión una multitud de escribas y fariseos le llevaron a una mujer que la habían sorprendido en flagrante adulterio y poniéndola en medio de todos los que allí se encontraban (Jesús, los que estaban con Jesús, los escribas y fariseos) sin más revelaron señalando su pecado, la falta que había cometido a la pureza y a la integridad de su persona y de la sociedad, en pocas palabras pusieron al desnudo su persona y pisotearon su buena fama. El texto dice que le preguntaron a Jesús qué hacer con ella pues la Ley mandaba lapidarla; sin duda alguna los escribas y fariseos tal vez querían hacer cumplir la Ley y tal vez salvaguardar el orden y la paz social del pueblo, sin embargo al parecer a los aplicadores de la Ley y a los ciudadanos de aquel pueblo se les había olvidado el bien y el respeto del hombre, de manera que no veían que con la sentencia se volvían igual o peor del que había cometido el pecado, se les había olvidado la experiencia de perdón y misericordia que Yahvé había tenido con ellos al rehacer la alianza tantas veces como ellos la quebrantaban… Las palabras pronunciadas por Jesús sonaron sorpresivas e inesperadas por los acusadores que señalaban a la mujer, tal vez porque esperaban por respuesta algo distinto para poder acusarlo, sin embargo la sentencia fue “el que no tenga pecado, que arrojé la primera piedra”; luego cuando se encontró a solas con la mujer le corrigió el camino: “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, y en adelante no peques más” (Cfr. Jn 8, 1-11). San Juan apunta que los primeros en irse fueron los ancianos, curiosamente aquellos de los que se esperaba la sabiduría, la prudencia, el entender la vida, el amor al prójimo y el trabajo por acercar los hombres a Dios y a la sociedad. Cuando leo este pasaje joánico, me viene a la mente siempre los viejos del relato de la casta Susana, que por obedecer a sus pasiones fueron presos de la mentira y la difamación, además recuerdo a Daniel que les señaló, al pueblo, hacer un juicio justo. Por otra parte viene a mi memoria que “a nadie le es lícito lesionar ilegítimamente la buena fama de que alguien goza, ni violar el derecho de cada persona a proteger su propia intimidad” (CIC 220). Pero mi intención no es insistir en los ancianos del evangelio, sino reflexionar sobre nuestros juicios hacia los hermanos que han equivocado el camino de la justicia y que sus acciones nos han llevado a emitir nuestro juicio u opinión.
Por una parte el ser autoridad conlleva a siempre es estar sujetó a la opinión de los otros. Pero en el caso del evangelio la mujer no era autoridad, ni mucho menos pues para ese tiempo la mujer era ‘valorada’ como ahora; es decir que esta mujer había pecado, había cometido el error como ya se mencionó arriba, y la sociedad haciendo el juicio resolvía en la muerte de aquella, además de haberle destruido su buena fama al mostrar su pecado ante todos. En nuestro tiempo también solemos emitir juicios y opiniones; estos ¿Los hacemos buscando la muerte o el desnudo del otro? o ¿los hacemos como Jesús buscando la justicia y misericordia para el otro, respetando su dignidad? Ciertamente, cuando hablamos de las personas a quien consciente o inconscientemente hemos puesto como autoridad o simplemente estos no son los que nosotros quisiéramos, el juicio oscila entre la indiferencia, el descredito y por otra parte la crítica o el desnudo de sus errores que muchas veces va siempre acompañado de ira. Pero las palabras de Jesús son claras “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra” y el “Yo tampoco te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. El juicio de Jesús a aquella mujer, a diferencia del de los ancianos y los fariseos, fue propositivo: en adelante no peques más.
Es imposible no emitir juicios o hacer críticas, por lo que sería bueno hacerlas desde Cristo, desde la misericordia y el perdón, desde la corrección fraterna, desde el respeto a la fama de los demás, desde la pro-acción como tantas personas y obras, que en lugar de estar señalando y desnudando a los demás ante la sociedad, se preocupan por buscar construir el tejido social o dicho de mejor manera: buscan seguir construyendo el Reino de Dios.