Ver
constantemente en el internet, en páginas de periódicos, en las redes sociales,
en correos-cadenas, entre otros, una constante crítica contra la Autoridad,
dígase civil, moral o religiosa; sobre todo en la persona del presidente o de
cualquier político de izquierda o de derecha es algo que me ha cansado. Mucha
gente levanta la mano para señalar el error de alguna palabra mal pronunciada
en el caso de nuestro presidente, del error de alguien del gobierno, que en
muchas ocasiones es un acto corrupto. Se señala al que se equivoca, al que
roba, al que mata, al que expresa, etc. De antemano se que muchas ocasiones el
levantar la mano y ‘denunciar’ o ‘anunciarlo’ es fruto de una desesperada
impotencia contra aquello que nos molesta, nos lacera o peor aun nos vemos
envueltos en tal o cual cosa porque nosotros mismos obramos también así.
Por
una parte, me agrada que muchos amigos míos, incluso hasta compañeros hacen
relecturas de los acontecimientos que vivimos en nuestra actividad
organizacional: política y cívica; pues creo que el actor social, hoy por hoy,
no debe ser solamente el político o el empresario sino todo ciudadano
incluyendo a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes. Es muy bello
conocer padres de familia que han enseñado a sus hijos a hacer con conciencia
el ejercicio democrático del voto, más aun buscar el bien común ejerciendo sus
derechos y deberes con respecto a la sociedad. En mi caso yo me siento
afortunado de la familia en la que crecí por tantísimos ejemplos y virtudes que
me han formado; por poner un ejemplo concreto, aprendí a amar mi colonia, las
áreas verdes, cuando mi padre nos ponía a mi hermano y a mí, a quitar la hierba
que había crecido en el parque de la colonia en la que crecíamos, o hacerle
arriates a los árboles del parque, regarlos, entre otras tareas; todo esto sólo
tenía por paga el placer de hacerlo, de haber contribuido con nuestra sociedad.
Hoy
encontramos colegios que promueven un día para que los papás y sus hijos
planten un árbol en algún bosque, pinten la escuela, limpien un terreno, entre
otros, yo por mi parte el plantar un árbol lo aprendí de mi padre en la baqueta
de nuestra casa. El trabajo de las escuelas es un gran esfuerzo porque se busca
que el niño o adolescente se introduzca en la sociedad y aporte a ella; me
refiero a que estas jornadas de trabajo que los colegios organizan son
verdaderamente buenas dado que se lleva a los niños a la Pro-Acción.
Lamentablemente
en las redes sociales, como ya he dicho arriba, se encuentra la crítica muchas más
veces destructiva que constructiva o pro-activa. Solamente se señala pero no se
compromete, aunque existen algunas gratas excepciones. Valoro en gran manera
las frases, comentarios y demás, que nos proponen otras formas de caminar en la
justicia y en el amor, tal como ConParticipación; aunque también me gusta leer
los blogs de Nacho y Rodo.
San
Juan en el evangelio nos cuenta que en cierta ocasión una multitud de escribas
y fariseos le llevaron a una mujer que la habían sorprendido en flagrante
adulterio y poniéndola en medio de todos los que allí se encontraban (Jesús,
los que estaban con Jesús, los escribas y fariseos) sin más revelaron señalando
su pecado, la falta que había cometido a la pureza y a la integridad de su
persona y de la sociedad, en pocas palabras pusieron al desnudo su persona y pisotearon
su buena fama. El texto dice que le preguntaron a Jesús qué hacer con ella pues
la Ley mandaba lapidarla; sin duda alguna los escribas y fariseos tal vez
querían hacer cumplir la Ley y tal vez salvaguardar el orden y la paz social del
pueblo, sin embargo al parecer a los aplicadores de la Ley y a los ciudadanos
de aquel pueblo se les había olvidado el bien y el respeto del hombre, de
manera que no veían que con la sentencia se volvían igual o peor del que había
cometido el pecado, se les había olvidado la experiencia de perdón y
misericordia que Yahvé había tenido con ellos al rehacer la alianza tantas
veces como ellos la quebrantaban… Las palabras pronunciadas por Jesús sonaron
sorpresivas e inesperadas por los acusadores que señalaban a la mujer, tal vez
porque esperaban por respuesta algo distinto para poder acusarlo, sin embargo
la sentencia fue “el que no tenga pecado,
que arrojé la primera piedra”; luego cuando se encontró a solas con la
mujer le corrigió el camino: “Yo tampoco
te condeno, le dijo Jesús. Vete, y en
adelante no peques más” (Cfr. Jn 8, 1-11). San Juan apunta que los primeros
en irse fueron los ancianos, curiosamente aquellos de los que se esperaba la
sabiduría, la prudencia, el entender la vida, el amor al prójimo y el trabajo
por acercar los hombres a Dios y a la sociedad. Cuando leo este pasaje joánico,
me viene a la mente siempre los viejos del relato de la casta Susana, que por
obedecer a sus pasiones fueron presos de la mentira y la difamación, además recuerdo
a Daniel que les señaló, al pueblo, hacer un juicio justo. Por otra parte viene
a mi memoria que “a nadie le es lícito
lesionar ilegítimamente la buena fama de que alguien goza, ni violar el derecho
de cada persona a proteger su propia intimidad” (CIC 220). Pero mi
intención no es insistir en los ancianos del evangelio, sino reflexionar sobre
nuestros juicios hacia los hermanos que han equivocado el camino de la justicia
y que sus acciones nos han llevado a emitir nuestro juicio u opinión.
Por
una parte el ser autoridad conlleva a siempre es estar sujetó a la opinión de
los otros. Pero en el caso del evangelio la mujer no era autoridad, ni mucho
menos pues para ese tiempo la mujer era ‘valorada’ como ahora; es decir que
esta mujer había pecado, había cometido el error como ya se mencionó arriba, y
la sociedad haciendo el juicio resolvía en la muerte de aquella, además de
haberle destruido su buena fama al mostrar su pecado ante todos. En nuestro
tiempo también solemos emitir juicios y opiniones; estos ¿Los hacemos buscando
la muerte o el desnudo del otro? o ¿los hacemos como Jesús buscando la justicia
y misericordia para el otro, respetando su dignidad? Ciertamente, cuando
hablamos de las personas a quien consciente o inconscientemente hemos puesto
como autoridad o simplemente estos no son los que nosotros quisiéramos, el
juicio oscila entre la indiferencia, el descredito y por otra parte la crítica
o el desnudo de sus errores que muchas veces va siempre acompañado de ira. Pero
las palabras de Jesús son claras “el que esté
libre de pecado que arroje la primera piedra” y el “Yo tampoco te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. El
juicio de Jesús a aquella mujer, a diferencia del de los ancianos y los
fariseos, fue propositivo: en adelante no peques más.
Es
imposible no emitir juicios o hacer críticas, por lo que sería bueno hacerlas
desde Cristo, desde la misericordia y el perdón, desde la corrección fraterna,
desde el respeto a la fama de los demás, desde la pro-acción como tantas
personas y obras, que en lugar de estar señalando y desnudando a los demás ante
la sociedad, se preocupan por buscar construir el tejido social o dicho de
mejor manera: buscan seguir construyendo el Reino de Dios.
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