Hoy por la mañana pude escuchar un “Cuento de
Terror”. Tengo que admitir que siempre me han fascinado por la manera en que el
mismo cuento te va metiendo tanto en el relato que te sientes parte de él; aun
recuerdo cuando, allá en los años de estudio filosófico,” leí la novela del “el endemoniado señor Rosetti” de Juan
Jacobo Bajarlía, solía arrancarme el sueño y estar atento a cualquier ruido o
movimiento, aunque sabía que solo era mi imaginación pues me decía a mi mismo
<<tranquilo es solo un
cuento>> Sin embargo mes seguía espantando el sueño y no dormía bien
hasta que me concentraba en recuerdos o prendía el reproductor de CD para
calmar el nervio.
Fascinante fue asistir al Teatro y poder ver
“La dama de negro” al igual que pasar las noches de luna con los amigos de mi
barrio, contando “historias de miedo”
como solíamos decirles, pero todos estos son ficticios, no existen y el
antídoto es siempre el mismo: la risa; esta le pone fin al miedo, al terror y
nos hace recuperar la movilidad; porque algo me queda claro, que el terror sobreviene cuando el miedo ha superado los controles del cerebro y ya no puede pensarse
racionalmente; además de que puede llegar a inducir una parálisis completa del
cuerpo, sudoración fría, entre otras cosas. Que terrible es el miedo y que fascinante
es la risa.
Todos los cuentos de terror son solo eso: cuentos,
pero el relato de esta mañana me impactó, no dudo que hoy tenga un sueño
alusivo al mismo y, es que este no fue un cuento sino un hecho verídico, que
tiene que ver con el clima de violencia que vivimos en nuestra ciudad y con
nuestros hermanos de la última letra del abecedario, esos que me duele decirlo
pero “han pedido la paz”. Todo el
relato que escuché no me atreveré a plasmarlo en las “palabras de martes” puesto que con solo recordarlo me estremezco y,
no me gustaría manchar este pizarroncillo en sus pocos días de nacido; pero
solo me permitiré decirles que se trata de un secuestro, un asesinato
indignísimo y una madre sufriendo, al entregarle a su hijo muerto.
El relato me causó bastante temor, sobresalto,
indignación, me paralizó el cuerpo y, ante este miedo, no me quedo otra que recurrir
al recuerdo de algunos chistecillos que mi padre suele contarme los martes, con
el fin de acallar mi temor; así es como pude darme cuenta que necesitamos
sonreírle a la vida, buscar que los demás también lo hagan, que los pequeños
(niños, ancianos, desprotegidos, abandonados, huérfanos, viudas, personas sin
empleo, forasteros, etc.) también aprendan de ello, solo si trabajamos en la
felicidad, en la sonrisa podremos combatir este mal que encontramos en las
calles, en los balazos que escuchamos cerca y lejos de nuestra casa.
Recordar el llanto de mi sobrina, al escuchar
un tiroteo a lo lejos, hace unos días, todavía trae a mi memoria la impotencia
por no saber cómo reconfortarla como decirle que nos son balas, cuando sabía
que si lo eran. Hoy se que, solo la felicidad manifestada en la sonrisa, en la
alegría, nos ayudará a crear y crecer en un mejor futuro donde solo se necesite
sonreír, alegrase y así soltar los malos hábitos que ha tomado nuestra
sociedad. Pues el sonreír no solo cambia la expresión de la cara, sino
que también hace que el cerebro
produzca endorfinas que reducen
el dolor físico y emocional y proveen una sensación de bienestar, tal como
cuando hacemos muecas graciosas a los niños para cambiarles su llanto en alegría.
Que la felicidad
extermine estos cuentos de terror que se han convertido en el pan de cada día
de nuestra sociedad.
Es muy cierto....ayer noche, precisamente, no sé qué hora era, pero ya no se oía ningún ruido en el exterior, ni autos, ni gente, se escuchó una descarga completa, y los perros comenzaron a ladrar y aullar......parecía cuento de terror! Todo silencioso, noche obscura, y los perros aullando! Se pone la carne de gallina y es difícil no tener miedo. En esos momentos para que el terror no se apodere de mí, pido porque no haya pasado nada grave, porque nadie esté herido o algo peor, y me ha funcionado hasta hoy, porque casi todas las noches sucede.... Ojalá y no llegue a suceder que, de tanto escuchar estos cuentos de terror, nos acostumbremos a ellos, dejemos de prestarles atención, y no busquemos la paz que traerá la felicidad para exterminarlos, la nuestra propia y la de los demás.......gracias por su reflexión! Saluditos meridianos (ya casi es la una)....Amy
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