Hace unos años un compañero que había llegado a estudiar conmigo a Monterrey, me decía que no entendía como vivíamos tan acelerados y con tantas prisas, que para él su pueblo era tranquilo, que toda la gente se conocía y que no había que ir tan rápido para lograr los objetivos. Lo estuve observando y, al cabo de algunos años se convirtió también en presa fácil del dinamismo de nuestra ciudad.
Hoy pude observar cómo salía una vecina de mis padres con tanta prisa que al arrancar su carro no pudo ver la columna del cajón-estacionamiento de su departamento y que terminó en un golpe fuerte el costado de su automóvil. En pocas palabras ni supo poner la atención debida en la conducción de su automóvil, ni revisar que estaba muy cerca de la columna que le causo el daño.
El tráfico mismo de nuestra ciudad se ha vuelto un verdadero caos, en parte por la cantidad de gente que maneja así como por la velocidad que utilizamos al conducir. La imprudencia nos hecho que los choques y alcances estén a la orden del día.
Ante esto me surge la pregunta ¿Por qué nos aferramos a las prisas y apuros y, no optamos por la prudencia y la evaluación de nuestras acciones? Un buen amigo me dijo: “mira en ocasiones es bueno hacer un ‘alto en el camino’ con el fin de evaluar lo que estamos viviendo, dígase trabajo, familia, escuela, objetivos personales, etc. pues cuando no sabemos hacer un ‘alto en el camino’ podemos cometer el error de trabajar en vano o de no ver aquello que nos pueda dañar”
Cuando un piloto de carreras no llega a zona de pits a revisar su automóvil, puede ser que fallen algunas cosas, por ejemplo que se acabe la gasolina, que una llanta pueda estar dañada, entre otras, con esto, en el mejor de los casos, puede suceder que solo se detenga el automóvil o derrape, pero en otro caso puede tener consecuencias lamentables como la perdida de la vida.
Si pudiéramos hacer siempre (todos los días) ‘un alto en el camino’ o examen de conciencia para revisar nuestro recorrido ya hecho, nuestra historia, nuestros procesos, trabajos, objetivos, muy probablemente caminaríamos, en el presente, más seguros a nuestro futuro. Sin prisas, sin temores a lo que pueda venir. Sabríamos corregir nuestro camino, que muchas veces se muestra tortuoso y que al final del día podría no deja de mortificarnos. Es por eso que un ‘alto en el camino’ no es para los cobardes sino para los calculadores y valientes que son capaces de reconocerse limitados y que muchas veces suelen buscar auto-examinarse.
Un alto en el camino nos ayuda a trabar en los actos repetitivos que forman buenos hábitos y estos a su vez forjan virtudes. El autoexamen es para los que quieren seguir en la carrera. ¡Intentémoslo!
“El Pasado me hiso vislumbrar el futuro y entonces comencé a amar el presente"
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