Todas las personas al menos una vez en la vida hemos recibido alguna buena noticia. Estas tienen la característica que nos alegran el corazón y nos llevan a compartir el regocijo con los demás. Por ejemplo el lunes me dieron la noticia de que me pagarían el vidrio trasero de mi automóvil como lo había solicitado a la empresa que accidentalmente causó el daño; no pude evitar la sonrisa en mi rostro cuando la señorita dijo: “su petición fue procedente”; esa mañana llegue a la oficina comentándolo con mis compañeros de trabajo.
Así como esta sencilla noticia hay muchas otras que día a día se nos dan causándonos el efecto de pasar nuestro estado anímico a la felicidad; como por ejemplo la votación a favor al evitar la ley aborto, el resultado aprobatorio de un examen, la aceptación de una petición de trabajo, entre otras tantas.
En el libro del profeta Jonás, hubo una noticia al pueblo de Ninive que hiso cambiar la vida y las actitudes, comportamientos del pueblo entero. La misma notica del Evangelio (buena-nueva) es sorprendente. Y ante estas noticias no podemos quedarnos cruzados de brazos, es necesario compartirlas.
Las cadenas noticiosas regularmente se afana por compartir noticias que en lugar de pasar al regocijo el estado anímico de las personas que las escuchan los llevan a la indignación y muchas veces al desanimo. No digo que todas las cadenas noticiosas actúen de esa manera en todo el tiempo sino que regularmente son pocas las noticias buenas que ellas trasmiten.
Que infelices nos volvemos al escuchar noticias negativas, que desdicha el saber que mis hermanos mexicanos solo se golpean la integridad y la dignidad, que infortunio el escuchar que salir a visitar a los amigos pone en peligro mi vida por los hermanos-confundidos que detonan sus armas de fuego.
Ante esto, en lo que mí respecta, me preocuparé y ocuparé por dar Buenas Noticias (Ya lo hago en las Misa de las mañanas) por hacerlas sonar con el fin de cambiar los rostros de desesperanza de la gente a rostros que inspiren confianza, del desanimo a la dicha.
Cuando supe que me iba a ordenar sacerdote inmediatamente compartí con mi familia, mis amigos, conocidos, no me lo podía callar; recibí toda clase de felicitaciones, abrazos, muestras de cariño… pero una de las cosas que más me hacía feliz era el saber que al compartir la noticia mis hermanos se les dibujaba en su rostro la misma expresión de felicidad que Yo no podía contener el mío… ellos también se convirtieron en emisores de esta misma noticia llevando la felicidad a los demás.
Compartamos nuestras buenas noticias, hagamos felices a los demás. Compartamos La Buena Noticia, encaminemos a los demás a la santidad.
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