martes, 20 de diciembre de 2011

El calor de la afectividad

Amo el canto de cenzontle pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade y el enervante perfume de las flores,
pero más amo a mi hermano: el hombre.
Nezahualcoyotl.

La temporada decembrina me encanta y, es que entre el frio y la Navidad logran ponernos a todos en un plano afectivo que poco a poco se va impregnando en todas nuestras actividades. Se suele hacer intercambio de regalos para mostrarnos el afecto, se invitan a cenar los amigos para acrecentar los lazos  de fraternidad y, sobre todo dejamos que el Señor inunde con su amor al hombre, al regalarnos a su Hijo.

Recuerdo que de niño me era muy difícil mostrar el amor a mis amigos, incluso a mi familia; solía ser un tanto reservado. Hoy creo que he aprendido a mostrar mi afectividad a través de un abrazo, algunas palabras, algún gesto. Qué gran necesidad tenemos de sabernos amados y de mostrar nuestro amor a los demás.

Puedo decir que he logrado perdonar rápidamente pequeñas ofensas o roces que suelen darse con alguna fricción en las decisiones comunes; también he logrado dejar pasar por alto críticas que personas me han hecho a las espaldas… creo que en algún momento tuve que haber tomado la decisión de amar al hombre por lo que es y no por lo que tiene, ni por lo que el mismo pudiera hacer.

El sábado una de mis mejores amigas celebró con un banquete el término de sus esfuerzos por conseguir alguna profesión (Contadora Publica y Auditora), me pareció que todos teníamos en la mente un sentimiento de alegría por ver a nuestra amiga y a sus compañeros el poder ser llamados a recibir como graduados los reconocimientos correspondientes. Todos intentábamos dar muestra de nuestro afecto y apoyo. Sin embargo el afecto no solo se queda en el saber darlo sino también en el saber reconocerlo. En ese evento pude contemplar el rostro de mi amiga lleno de gratitud para con quienes ella sentía el apoyo, en especial según sus palabras y, voz entrecortada, de gratitud por el apoyo que le brindó su madre.

Tenemos que aprender que el afecto se da y se recibe. Muchos tal vez saben dar amor y mostrar afecto a través de los gestos pero pocos saben interpretar el mensaje que los demás emiten para brindarlo. Así tenemos a los hijos que se molestan con los padres porque estos intentan con sus acciones sencillas mostrar el afecto; dicha molestia se da porque en muchas ocasiones no se sabe codificar los mensajes afectivos de los demás; incluso se da entre las amistades de sexo opuesto. El mensaje de un abrazo puede resultar para el hombre o la mujer un mensaje confuso cuando uno lo manda como amistad y el otro lo codifica como algo más.

El Señor Jesús dejaba que la mujer pecadora le enjugara los pies, descubrió en ella el amor: “a esta mujer se le perdona mucho porque a amado mucho”. San Juan expresa tambien, otro gesto de afecto,  en su evangelio cuando el discípulo amado se recostó en el pecho del Señor. El mismo Señor Jesús reprueba que los gestos de afecto se utilicen de manera negativa, cuando recrimina a Judas Iscariote sobre el gesto con el que lo traicionaba; “¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?”.

Con todo esto creo que el afecto es aquello que le da calor a las amistades; la sonrisa, el abrazo, el beso, el saludo, el guiño, expresan el afecto que sentimos por las personas. Pongamos todo nuestro esfuerzo en mostrarlo y recibirlo, así haremos más cálidas nuestras expresiones de amor.

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