Hace dos años me pidieron estudiar una licenciatura en Teología Dogmática en la Pontifica Universidad Gregoriana de Roma. Un día antes de volar a Roma nos encontramos todos los sacerdotes mexicanos, que estudiaríamos allá, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en México DF; allí tuvimos la oportunidad de contemplar el ayate donde quedo plasmada la imagen de la Madre de Dios. Ya la había visto en otras ocasiones que había peregrinado y visitado la Basílica, pero esta vez era distinto, pues nos permitieron estar un par de minutos dentro de la Bóveda que resguarda por las noches a aquel ayate tan venerado y visitado. Verla tan cerca me dejó perplejo por algunos minutos mientras la contemplaba. Esa noche me fui a la cama sintiéndome enormemente bendecido.
Finalmente al día siguiente salimos a la Ciudad eterna. Donde los primeros días pude peregrinar y visitar a las cuatro basílicas mayores, San Pedro en Vaticano, Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo extramuros en Roma. A lo largo de los dos años pude peregrinar también a otras muchas iglesias y lugares. Mientras conocía y oraba en las iglesias me fui dando cuenta de dos cosas. La primera es que a muchas de las iglesias iban turistas con los lentes de sus cámaras, y su estadía en los lugares sagrados era solo para apreciar el arte, aunque también al entrar solía ver a algunos hacerse la señal de la cruz. La segunda cosa que me causo el inicio de una gran experiencia era ver a otras tantas personas que eran más peregrinos que turistas, estos segundos solían entrar a los templos hacer oración por algunos minutos y luego apreciar las diferentes imágenes y esculturas de arte sagrado con fe y devoción.
¿Qué diferencia hay entre un peregrino y un turista? El peregrino reza, visita los templos con el deseo de encontrarse con Dios, en sus mentes suele haber la experiencia en peregrinaje se invierte el tiempo en el encuentro y en la trascendencia.
La última peregrinación antes de retornar a Monterrey y como una experiencia de término del estudio pensé hacerla hacia la Catedral de Santiago de Compostela, por el «Camino de Santiago primitivo». Creo que la elección de este se basó mas en el buscar un poco apartarme del ruido y encontrarme con Cristo mientras caminaba entre las montañas hacia a Compostela. Otro compañero sacerdote y yo comenzamos a caminar con algo muy sencillo: el rezo del Santo Rosario, la meditación del Evangelio diario y la liturgia de las horas. Yo había agregado un pequeño diario que me había regalado otro amigo sacerdote para esta ocasión (escribir es una de las formas con que me gusta más orar). Durante el camino pudimos encontrarnos a otros tantos peregrinos (alrededor de unos 12 constantes) que compartían la mayor parte de las etapas. El camino físicamente era difícil pues casi el 85% era subir y bajar montañas, pero que a diferencia del camino francés este pocos lo recorrían, así que el silencio era propicio para encontrarse con Cristo que camina entre nosotros.
La experiencia de ser peregrino no solo la encontramos cuando vamos a alguna basílica o templo, sino también en cuanto como miembros de la Iglesia caminamos al encuentro del Señor, a la patria celestial.
El hombre vive como peregrino, cuando está en actitud de agradecimiento a Dios y a los hombres que caminan junto a él en el camino de la vida. Vive como peregrino cada vez que se encamina al encuentro con Dios, sabiendo que Él es el único que le sostiene la fuerza para andar por la vida.
El Peregrino es el hombre orante que reconoce la voz de Dios y sabe reconocer el camino que conduce a él; pues el Señor es el único Camino.
Sin duda peregrinar es una actitud y una forma de orar, es reconocer, al igual que el Pueblo de Israel, que el Señor nuestro Dios camina también con nosotros en el día a día.
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A mis compañeros y amigos peregrinos en el Camino de Santiago primitivo: P. Borja, Dany y Paqui, Nando y Roberto, Mauro, José Luis y Rosario, los franceses, entre otros tantos
Finalmente al día siguiente salimos a la Ciudad eterna. Donde los primeros días pude peregrinar y visitar a las cuatro basílicas mayores, San Pedro en Vaticano, Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo extramuros en Roma. A lo largo de los dos años pude peregrinar también a otras muchas iglesias y lugares. Mientras conocía y oraba en las iglesias me fui dando cuenta de dos cosas. La primera es que a muchas de las iglesias iban turistas con los lentes de sus cámaras, y su estadía en los lugares sagrados era solo para apreciar el arte, aunque también al entrar solía ver a algunos hacerse la señal de la cruz. La segunda cosa que me causo el inicio de una gran experiencia era ver a otras tantas personas que eran más peregrinos que turistas, estos segundos solían entrar a los templos hacer oración por algunos minutos y luego apreciar las diferentes imágenes y esculturas de arte sagrado con fe y devoción.
¿Qué diferencia hay entre un peregrino y un turista? El peregrino reza, visita los templos con el deseo de encontrarse con Dios, en sus mentes suele haber la experiencia en peregrinaje se invierte el tiempo en el encuentro y en la trascendencia.
La última peregrinación antes de retornar a Monterrey y como una experiencia de término del estudio pensé hacerla hacia la Catedral de Santiago de Compostela, por el «Camino de Santiago primitivo». Creo que la elección de este se basó mas en el buscar un poco apartarme del ruido y encontrarme con Cristo mientras caminaba entre las montañas hacia a Compostela. Otro compañero sacerdote y yo comenzamos a caminar con algo muy sencillo: el rezo del Santo Rosario, la meditación del Evangelio diario y la liturgia de las horas. Yo había agregado un pequeño diario que me había regalado otro amigo sacerdote para esta ocasión (escribir es una de las formas con que me gusta más orar). Durante el camino pudimos encontrarnos a otros tantos peregrinos (alrededor de unos 12 constantes) que compartían la mayor parte de las etapas. El camino físicamente era difícil pues casi el 85% era subir y bajar montañas, pero que a diferencia del camino francés este pocos lo recorrían, así que el silencio era propicio para encontrarse con Cristo que camina entre nosotros.
La experiencia de ser peregrino no solo la encontramos cuando vamos a alguna basílica o templo, sino también en cuanto como miembros de la Iglesia caminamos al encuentro del Señor, a la patria celestial.
El hombre vive como peregrino, cuando está en actitud de agradecimiento a Dios y a los hombres que caminan junto a él en el camino de la vida. Vive como peregrino cada vez que se encamina al encuentro con Dios, sabiendo que Él es el único que le sostiene la fuerza para andar por la vida.
El Peregrino es el hombre orante que reconoce la voz de Dios y sabe reconocer el camino que conduce a él; pues el Señor es el único Camino.
Sin duda peregrinar es una actitud y una forma de orar, es reconocer, al igual que el Pueblo de Israel, que el Señor nuestro Dios camina también con nosotros en el día a día.
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A mis compañeros y amigos peregrinos en el Camino de Santiago primitivo: P. Borja, Dany y Paqui, Nando y Roberto, Mauro, José Luis y Rosario, los franceses, entre otros tantos
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