Todos
los días ya sea por la mañana o por la tarde reviso mis correos electrónicos lo
mismo con mi espacio en facebook, esto con el fin de revisar el anclaje a mi
historia que está llena de personas y acontecimientos, así como de compromisos
y responsabilidades chicas, medianas y grandes; creo que la mayor de ellas, más
que sacerdote, es ser cristiano. No me considero una persona muy popular y creo
que nunca lo he sido, pero en el camino de mi vida he podido de hacerme de
algunos amigos-fraternos que gracias a Dios son más que los dedos de mis manos
y, otros tantos amigos que en los ires y venires de la vida hemos podido hacer
bella amistad, tanto los primeros como de algunos de los segundos conservo su
amistad en la conexión de las redes sociales. Más aún hay otros tantos que son
amigos de amigos o incluso conocidos míos con los cuales también guardo conexión
por diversas circunstancias. Estas conexiones me dan también la oportunidad de
saber de ambientes en lo que se desenvuelven sus vidas e incluso las
conexiones-relaciones que guardan entre ellos y con otros.
Ante los múltiples ambientes en los que
nos encontramos tanto física como cibernéticamente me emociona y alabo los
esfuerzos de muchos por crear cultura de respeto y de educación, de alegría y
entusiasmo. Muchos de estos esfuerzos son con tinte cristiano donde promocionan
la fraternidad y sana amistad que se vive en tantos grupos, comunidades y
movimientos juveniles; pero también a diario encuentro con otros tantos que si
bien acuden a grupos juveniles y/u otros grupos sociales en lugar trasmitir su
alegría, formación familiar y/o religiosa aparasen en imágenes que dan en
cierta parte culto a la egolatría y narcisismo, a la falta de educación humana
y a veces hasta sexual. Sin embargo estos múltiples ambientes que encontramos
en las redes sociales, donde muchas veces se expresa más que en lo que la realidad
física se hace y dice, son un verdadero reto para nuestra sociedad. Sobre todo
para tantos jóvenes que intentan día a día dejarse mover y trasmitir la alegría
del Evangelio.
Ciertamente hoy contamos con muchos
grupos y movimientos, como Raza Nueva en Cristo, entre otros que «pueden interpretarse como una acción del
Espíritu que abre caminos nuevos acordes a sus expectativas y búsquedas de
espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia más concreto» (EG
105), hablando en el lenguaje que el joven entiende, en el que se desenvuelve
cotidianamente. En pocas palabras, los jóvenes de los grupos intentan
presentarse como cristianos ante un mundo que tal parece camina distinto al
ideal cristiano, ellos son los mayores protagonistas de su propia evangelización.
¿Somos Cristianos? Demostremos nuestra
verdadera fe en Cristo, dando testimonio de Él, sin avergonzarnos de nuestro
compromiso bautismal. Mostremos realmente nuestra cristiandad tanto en los espacios físicos como
cibernéticos, que Dios está en todas partes y hay que llevarlo a todas partes.
Manifestemos nuestra permanencia en la Iglesia tanto dentro como fuera del
ciberespacio, dentro o fuera del templo, frete a la novia, al amigo, como
también frente al maestro o el jefe de trabajo. Ser cristiano hoy vale la pena.
«¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros de la fe, felices de llevar
a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (EG
106).
Ya hace tres meses clausuramos el Año
de la Fe, pero aun hoy tenemos que buscar hacer presencia y testimonio de la fe
que profesamos. No basta con ir a Misa el domingo sino no estamos dispuestos a
salir a misionar en el ambiente concreto y cotidiano en el que nos movemos. No
basta con colgarnos el rosario al pecho, o ponernos el anillo del padrenuestro
en el dedo sino no estamos dispuestos a actuar convencidos de que la fe se hace
vida al vivir los mandamientos, celebrar los sacramentos y practicar las obras
de misericordia.
Hoy más que nunca se necesita de apóstoles de la fe que sostengan
las calles, colonias, plazas, parques, escuelas, ciberespacios, redes sociales
como verdaderas columnas en las cuales encuentren firmeza y soporte aquellos
que se dicen cristianos pero aun no han conocido el amor del Señor. Solo el que
ha experimentado el verdadero encuentro con Cristo es capaz de trasmitir la
alegría de su evangelio, y por lo tanto hacer de su vida un discipulado
permanente que sale todos los días al encuentro de su hermano llevando a
Cristo. La misión de todos los días es vigente en todos los ambientes físicos y
cibernéticos, por consiguiente esta fuerza misionera implica coherencia de vida
cristiana, misma que se vive desde las más claras expresiones de la alegría y carisma
juvenil.