En los últimos días he podido
experimentar de diversas maneras la gracia de estar entre tantos hermanos que profesan
la Fe en Jesucristo; pues como bien sabemos el Santo Padre a inaugurado el Año de la Fe, que sin duda alguna traerá
un tiempo de gracia para todos los que profesamos la misma. En las librerías he
observado cantidad de libros que en sus títulos nos participan sus contenidos
sobre esta virtud. En las homilías nuestros pastores no cesan de tocar el punto
que durante este año, universalmente, celebramos; así también podemos ver
mantas, carteles, anuncios, etc. que como la nube gris que anuncia la lluvia del
cielo, estos también nos anuncian la bendición que nuestro buen Dios mandará a su
pueblo. Pero aun con esto, me ha surgido la pregunta ¿Qué es la Fe? ¿Cómo se
tiene que vivir este año de la Fe?
En la Iglesia Universal y en la Local que se concretiza en parroquias, grupos, movimientos, asociaciones, apostolados, entre otros, se nos ha propuesto releer y reflexionar los, siempre ricos, documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, que lamentablemente aun es desconocido para muchos; también el Catecismo de la Iglesia Católica y, con estos han surgido una cantidad de excelentes meditaciones, charlas, reflexiones que nos ayudan a acercarnos a ellos. No obstante la cuestión, aun después de haberla reflexionado, me sigue siendo difícil, no porque estas no sean claras o precisas (de hecho los son), sino porque en el trabajo del hombre concreto, en la cotidianeidad de los días y de los tiempos en que el laico va de la casa al trabajo, en la necesaria y excelente labor del ama de casa, entre el metro y el autobús del estudiante y, entre la siempre visitada y comentada pagina de la red social; es necesario ubicarnos en lo concreto de cada vida y en este terreno no se puede llegar desde lo general, sino que la persona misma en lo particular deberá crear su proyecto de cómo ha de vivir el Año de la Fe.
Al nacerme la primera cuestión ¿Qué es la Fe?, vienen a mi memoria
tantos temas que en la catequesis infantil, en los grupos juveniles y demás
momentos eclesiales a lo largo de mi consiente pertenecer en la Iglesia he
escuchado de tantas personas. Algunos sin más han respondido solamente que la
fe es creer en algo que no podemos ver, otros con un poco mas de formación han
dicho que es creer en Dios, que es abandonarse en Él, que es hacer su voluntad,
algunos más profundos dicen que es una forma de conocer; en fin, creo que todos
tienen razón desde la perspectiva en que se encuentran y desde la formación que
los ha precedido. Así que en el esfuerzo por encontrar como vivir este Año de la Fe, he bebido de algunas
fuentes que me ayuden a definir y entender lo que ‘creo’ aspiraremos ‘vivir’.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos
expone que “La fe es un don gratuito que Dios hace
al hombre” (CEC
162). Todos
nacemos con la capacidad de buscar a Dios, que es la fuente que sostiene nuestra
existencia, y con la Fe podemos dejarle de manifiesto lo que nos acontece,
aqueja o alegra, pues este gran Don de la Fe nos ayuda a responderle al Aquel
por quien existimos. Pero cabe resaltar que el Catecismo nos lanza la palabra
Don, en otras palabras 'regalo', y a todo regalo siempre tenemos la encrucijada
de decidirnos aceptarlo o no. Ahora me doy cuenta que por tal decisión tantos
hombres han decidido caminar sin Dios (fuente de la vida), sin FE en Él (sin el
regalo) con la que podemos beber hasta saciarnos del que es la Suma Felicidad.
Caminar sin Fe es caminar sin sentido, sin rumbo, es alejarse del encuentro con
la vida. Pero aun con esto, como he dicho arriba, en nosotros esta la decisión
de aceptar el Don de la Fe o rechazarlo. Ahora bien aceptar este gran Don es
aceptar al mismo Dios que nos lo entrega; es adéntranos a la vida plena como
dice el mismo San Pablo “El justo vivirá por la fe” (Rm 1, 17). Es aquí cuando podemos hacernos la
segunda pregunta que nos podrá servir para encontrar algunas herramientas que nos permitan caminar con sentido en
este “Año de la Fe”. ¿Cómo se tiene que
vivir este Año de la Fe?
En la Iglesia Universal y en la Local que se concretiza en parroquias, grupos, movimientos, asociaciones, apostolados, entre otros, se nos ha propuesto releer y reflexionar los, siempre ricos, documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, que lamentablemente aun es desconocido para muchos; también el Catecismo de la Iglesia Católica y, con estos han surgido una cantidad de excelentes meditaciones, charlas, reflexiones que nos ayudan a acercarnos a ellos. No obstante la cuestión, aun después de haberla reflexionado, me sigue siendo difícil, no porque estas no sean claras o precisas (de hecho los son), sino porque en el trabajo del hombre concreto, en la cotidianeidad de los días y de los tiempos en que el laico va de la casa al trabajo, en la necesaria y excelente labor del ama de casa, entre el metro y el autobús del estudiante y, entre la siempre visitada y comentada pagina de la red social; es necesario ubicarnos en lo concreto de cada vida y en este terreno no se puede llegar desde lo general, sino que la persona misma en lo particular deberá crear su proyecto de cómo ha de vivir el Año de la Fe.
Ahora bien con esto podemos encontrar
pistas desde algunas fuentes. En un primer momento creo que para vivir el Año de la Fe solo podemos hacerlo ‘viviendo la Fe’ y con esto tendremos vida, como ya lo hemos
recogido de Rm 1,17. Más aún encontramos también, algo ya más concreto, de cómo
vivir la Fe; esto es en Gálatas cuando el apóstol remarca la vivencia de la Fe a través de la
Ley del amor, “la fe obra
por medio del amor”
(Gal 5,6). Este segundo momento donde la Fe ya
se nos presenta como una forma de vida, siempre en el amor donde realmente
actúa, nos mete de lleno en la reflexión personal ¿De qué manera manifiesto el
amor? O todavía en una forma más clara ¿Cuáles son las formas en las que soy
otro Cristo, que ama profundamente, para mis hermanos? Podrán venir a nuestra
mente momentos heroicos en los que ayudamos a alguien, en los que dimos alguna
suma dinero para alguna ‘obra de caridad’, entre otras tantas; sin embargo
delante a todas estas ¿En cuántas realmente nos hemos visto como otro Cristo?
o, ¿cuál de estas somos realmente consientes de actuamos con una Fe viva? Solo
el hombre que está atento a su obrar podrá darse cuenta en qué momento está
actuando como buen samaritano, es decir como otro Cristo, sin hipocresía y sin
esperar nada a cambio.
Las manifestaciones de Fe, o también podemos
llamarlas obras de caridad, son acciones del verdadero discípulo de Cristo;
pues “el discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino
también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla” (CEC
1816).
Por tal motivo es necesaria una revisión constante de manera que nuestro obrar
corresponda a la Fe que confesamos y profesamos. Sabemos ya que la medida de la
Fe es el Amor. Ante esto, recuerdo en algunos ejercicios predicados por Mons.
Lizares que sugería el hacer EXAMEN
DE CONCIENCIA al medio día para revisar el camino recorrido y corregirlo si
a caso lo habíamos torcido. ¡Si tan solo revisarnos nuestra conciencia con esta
práctica la mitad de veces que entramos a revisar nuestra red social! Revisar
el camino nos lleva a examinar nuestra vivencia de la fe traducida en amor. Si la
pregunta es ¿Cómo
se tiene que vivir este Año de la Fe?
Y la respuesta rápida es ‘Viviendo la Fe’, creo que el Examen de Conciencia
diario es una acción concreta y correcta para responder de la mejor manera a
nuestra vivencia de la Fe, pues “nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos
revela su amor”
(CEC 2807); y nuestro diario caminar debe ser
reflejo de este amor. “Por eso el
creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios” (CEC
1814).
Además del
Examen de conciencia, hay otras tantas expresiones concretas de la Fe como lo es la
Santa Misa, en especial la dominical. Me colma de gozo ver familias enteras que
tiene por devoción y piedad asistir a una determinada Misa, pues siempre la
Eucaristía seguirá siendo la fiesta del encuentro y del hallazgo, la máxima
expresión de la Fe en torno al Misterio eucarístico-pascual. Más aun debemos de
reconocer que aun cuando nos llena de contento el asistir a la Santa Misa, en
ocasiones desconocemos totalmente los ritos, los gestos y signos en ella
realizados y, cuando los conocemos muchas veces no estamos del todo dispuestos a
participar consiente y activamente en todos. Así llegamos a otra de tantas acciones concretas
que podemos realizar para vivir nuestra Fe en este año. Si nos dedicamos a
documentarnos, entender y vivir los diferentes signos y ritos de la Misa creo
que estaremos avanzando en este Año de la Fe.
Si somos consientes que la
fe es un don gratuito que Dios hace al hombre y que solo el justo
vivirá por la fe, pues la fe obra por medio del amor, entonces
nuestras acciones serán siempre consientes de que estarán guiadas por el Amor.
Solo así podremos caminar viviendo la fe.