La familia siempre ha jugado un
papel muy importante en la vida de las personas, pues es «la institución básica
de la sociedad, la primera sociedad en la que se encuentra el ser humano»[1].
En la familia nos educamos, se aprenden valores, formas de ser; así como
también la persona, en su familia, desarrolla desde sus inicios el diálogo y la
familiaridad con Dios. Por lo que «es esencial la familia para la trasmisión y
educación de la fe y de los valores más profundos del ser humano»[2].
Dado que en la familia no es solo
aprendizaje académico o de algún oficio sino que conlleva también un
intercambio de valores, afectos y espiritualidad, se presenta a nosotros como
la gran educadora en la Fe. Así encontramos a nuestra familia, desde nuestra
propia infancia, como la maestra que nos lleva de la mano hasta la profundidad
del misterio de Dios trasmitiéndonos la base de la relación y amistad con el
Señor.
En cierto modo «en el seno de una
familia, la persona descubre motivos y el camino para pertenecer a la familia
de Dios»[3].
Nos sentimos hijos de Dios pues desde pequeños aprendemos a llamarle a Dios
Padre con la oración del padrenuestro. Se nos enseña a reconocer en las
imágenes y en la piedad popular la presencia amorosa de Dios. En otras
palabras: es a través de la familia en donde nosotros crecemos en nuestro espíritu,
pues ella siempre será la Iglesia doméstica y la primera evangelizadora[4].
Sin duda la familia cristiana debe
gozar de una espiritualidad propia, en la que desde la piedad sencilla y la
vida ordinaria se difunda para todos sus miembros el buen olor de Cristo. La
familia que goza de una sana espiritualidad se refleja en su vida ordinaria y
cotidiana como un claro testimonio evangelizador para la sociedad. «El gran
tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una
vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la trasmite y
testimonia»[5].
Es así que la espiritualidad
familiar consiste en no solo rezar juntos sino en construir la familia poniendo
a Cristo como centro y roca angular en la que se deposita toda la confianza y
de quien se toma el modelo para caminar en comunión perfecta con Dios y con los
miembros de la familia.
Para llevar una buena
espiritualidad familiar es necesario preguntarnos en dónde nos encontramos como
familia en cuanto a la relación con Dios. ¿Qué tanto pronunciamos el nombre
de Dios en nuestras charlas? ¿Confiamos que es Dios quien protege y guía
nuestros pasos familiares en medio de las alegrías y tristezas cotidianas?
¿Somos capaces de poner la Palabra de Dios como tema de conversación? Tal
vez al examinarnos nos encontramos en que, por pena o vergüenza, poco se
trasmite a Dios.
Es así que nos encontrarnos con
una serie de prácticas ordinarias que nos pueden llevar a una buena
espiritualidad familiar. Por ejemplo, rezan juntos el rosario, asistir como
familia a una posada, hacer oración para bendecir los alimentos, bendecir a los
hijos, asistir a Misa juntos, platicar sobre las lecturas de la Misa, orar unos
por otros, etc. pero el secreto de la espiritualidad familiar siempre radicará
en la voluntad de cada integrante por llevar un poco de Dios al hogar, por lo
que es conveniente que cada integrante de la familia se pregunte sobre su relación
personal con Dios. Pues lograr una buena espiritualidad familiar es tarea de
todos y al mismo tiempo de cada uno en singular.
Por otra parte muchas de las veces
que se busca tener un momento de espiritualidad no suele faltar algún
distractor que interrumpa el clima de encuentro con Dios, es decir la
espiritualidad, por ejemplo el ruido, el juego de algún niño, la risa o apatía
de alguien; pero lo importante será ser perseverante y continuar con el
ejercicio de meditación oración o de piedad popular.
Ejercicio:
1.
Reunirse como familia para analizar y compartir fortalezas y áreas de
oportunidad que se tienen en torno a la vida espiritual de la familia.
Recordarlos ayudará a reconocer la cercanía de Dios y, servirá como punto de
partida.
2.
Compromiso: Elaborar algunos momentos (ejercicios sencillos) de
espiritualidad familiar en torno a los domingos restantes para la navidad (29
de noviembre, 6, 13 y 20 de diciembre).
Oración:
Señor Dios, ya que en
tu designio tiene su sólido fundamento la familia, atiende misericordiosamente
las súplicas de tus siervos y concédenos que, siguiendo el ejemplo de la
Sagrada Familia de tu Hijo Unigénito en el don de su amor y en sus virtudes
domésticas, disfrutemos de la eterna recompensa en la alegría de tu casa. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.