martes, 18 de febrero de 2014

Callejeros de la Fe

Todos los días ya sea por la mañana o por la tarde reviso mis correos electrónicos lo mismo con mi espacio en facebook, esto con el fin de revisar el anclaje a mi historia que está llena de personas y acontecimientos, así como de compromisos y responsabilidades chicas, medianas y grandes; creo que la mayor de ellas, más que sacerdote, es ser cristiano. No me considero una persona muy popular y creo que nunca lo he sido, pero en el camino de mi vida he podido de hacerme de algunos amigos-fraternos que gracias a Dios son más que los dedos de mis manos y, otros tantos amigos que en los ires y venires de la vida hemos podido hacer bella amistad, tanto los primeros como de algunos de los segundos conservo su amistad en la conexión de las redes sociales. Más aún hay otros tantos que son amigos de amigos o incluso conocidos míos con los cuales también guardo conexión por diversas circunstancias. Estas conexiones me dan también la oportunidad de saber de ambientes en lo que se desenvuelven sus vidas e incluso las conexiones-relaciones que guardan entre ellos y con otros.

Ante los múltiples ambientes en los que nos encontramos tanto física como cibernéticamente me emociona y alabo los esfuerzos de muchos por crear cultura de respeto y de educación, de alegría y entusiasmo. Muchos de estos esfuerzos son con tinte cristiano donde promocionan la fraternidad y sana amistad que se vive en tantos grupos, comunidades y movimientos juveniles; pero también a diario encuentro con otros tantos que si bien acuden a grupos juveniles y/u otros grupos sociales en lugar trasmitir su alegría, formación familiar y/o religiosa aparasen en imágenes que dan en cierta parte culto a la egolatría y narcisismo, a la falta de educación humana y a veces hasta sexual. Sin embargo estos múltiples ambientes que encontramos en las redes sociales, donde muchas veces se expresa más que en lo que la realidad física se hace y dice, son un verdadero reto para nuestra sociedad. Sobre todo para tantos jóvenes que intentan día a día dejarse mover y trasmitir la alegría del Evangelio.

Ciertamente hoy contamos con muchos grupos y movimientos, como Raza Nueva en Cristo, entre otros que «pueden interpretarse como una acción del Espíritu que abre caminos nuevos acordes a sus expectativas y búsquedas de espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia más concreto» (EG 105), hablando en el lenguaje que el joven entiende, en el que se desenvuelve cotidianamente. En pocas palabras, los jóvenes de los grupos intentan presentarse como cristianos ante un mundo que tal parece camina distinto al ideal cristiano, ellos son los mayores protagonistas de su propia evangelización.
         
¿Somos Cristianos? Demostremos nuestra verdadera fe en Cristo, dando testimonio de Él, sin avergonzarnos de nuestro compromiso bautismal. Mostremos realmente nuestra cristiandad  tanto en los espacios físicos como cibernéticos, que Dios está en todas partes y hay que llevarlo a todas partes. Manifestemos nuestra permanencia en la Iglesia tanto dentro como fuera del ciberespacio, dentro o fuera del templo, frete a la novia, al amigo, como también frente al maestro o el jefe de trabajo. Ser cristiano hoy vale la pena. «¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (EG 106).

        
Ya hace tres meses clausuramos el Año de la Fe, pero aun hoy tenemos que buscar hacer presencia y testimonio de la fe que profesamos. No basta con ir a Misa el domingo sino no estamos dispuestos a salir a misionar en el ambiente concreto y cotidiano en el que nos movemos. No basta con colgarnos el rosario al pecho, o ponernos el anillo del padrenuestro en el dedo sino no estamos dispuestos a actuar convencidos de que la fe se hace vida al vivir los mandamientos, celebrar los sacramentos y practicar las obras de misericordia. 

Hoy más que nunca se necesita de apóstoles de la fe que sostengan las calles, colonias, plazas, parques, escuelas, ciberespacios, redes sociales como verdaderas columnas en las cuales encuentren firmeza y soporte aquellos que se dicen cristianos pero aun no han conocido el amor del Señor. Solo el que ha experimentado el verdadero encuentro con Cristo es capaz de trasmitir la alegría de su evangelio, y por lo tanto hacer de su vida un discipulado permanente que sale todos los días al encuentro de su hermano llevando a Cristo. La misión de todos los días es vigente en todos los ambientes físicos y cibernéticos, por consiguiente esta fuerza misionera implica coherencia de vida cristiana, misma que se vive desde las más claras expresiones de la alegría y carisma juvenil. 

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